Vida abundante en medio de las crisis

4Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice transportar de Jerusalén a Babilonia: 5Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed del fruto de ellos. 6Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis. 7Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz. 8Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No os engañen vuestros profetas que están entre vosotros, ni vuestros adivinos; ni atendáis a los sueños que soñáis. 9Porque falsamente os profetizan ellos en mi nombre; no los envié, ha dicho Jehová. 10Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.

Jeremías 29:4–11.

 

El profeta Jeremías se dirige a los ancianos del pueblo que había sido llevado cautivo a Babilonia.  Eran tiempos catastróficos y de gran necesidad para ese pueblo.  En su desesperación, muchos pusieron atención a las voces de los falsos profetas que anunciaban que en poco tiempo las cosas volverían a la normalidad.  Como si la verdadera felicidad y la vida dependiese de que las cosas regresen a ser como fueron.

Dios les ha de señalar que estarían 70 años en Babilonia.  Para los más viejos, eso era igual a que no volverían a ver a su amada Jerusalén.  Para otros, significaban décadas de lucha contra un cruel enemigo que había vencido a las fuerzas de Israel.  Para la mayoría, eso pudiera significar el final de la vida y la felicidad.

Sorprendentemente, la Palabra de Dios, que llega por medio del profeta, anuncia que hay vida y hay felicidad en medio de las crisis.  La vida no termina cuando llegan los problemas, la vida plena se alcanza cuando vivimos en sumisión a la voluntad divina.

La orden fue la siguiente: “Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed del fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis.”  La orden fue a los efectos de crecer, multiplicarse y ser feliz.  Más controversial aun fue la próxima orden.

“Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz.”  Pedir la paz por quienes los transportaron a Babilonia, no parecería lo correcto.  Muchos de nosotros pensaríamos que lo correcto sería pedir por su destrucción.  Pero no hay manera de destruirles a ellos sin afectar negativamente a los que han de vivir allí por setenta años.  Lo contrario era lo correcto.  “En su paz tendréis vosotros paz.”

No hay muchas tangencias entre nuestra situación fiscal y lo ocurrido en el pasaje bíblico, pero sí podemos señalar que nuestra crisis económica nos ha de acompañar por un tiempo.  En ese tiempo tendremos vida, habrá felicidad y con la bendición de Dios podremos crecer de muchas maneras.  Lo más importante será que oremos los unos por los otros, aunque no pensemos igual.  No tenemos que ser todos iguales para coexistir en paz y en amor.  Si hay paz y hay amor, entonces habrá armonía.  El secreto de nuestra vida abundante nunca estará en lo fiscal, sino en lo espiritual.  Si recuperamos los valores, y si aprendemos a vivir en rectitud, tendremos vida abundante, y lo fiscal volverá a florecer.

La Iglesia siempre ha escrito sus más gloriosas páginas en la historia en tiempos de necesidad.  Ello, porque el motor que mueve a la iglesia no son las conveniencias temporales, sino el poder del Espíritu Santo en nosotros y la fuerza de las verdades eternas de la Palabra de Dios.  Por ello, es que somos más que vencedores, a pesar de los retos y las crisis.  Lejos de escapar de la realidad, las promesas de Dios y el poder del Espíritu Santo nos dan fuerzas para enfrentar y vencer los temporales de la vida.

Nuestra respuesta a la crisis presente no debe ser el escapismo de pensar que otro nos va sacar del problema, o el débil pensamiento de que esto se resuelve pronto.  Nuestra respuesta nos debe llevar a crecer y a fortalecernos, mientras somos felices y disfrutamos de la vida abundante que brinda el Evangelio de Jesucristo.