“Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.”
Como parte de las narrativas de la Natividad, las primeras palabras del capítulo 2 del Evangelio de Lucas interesantemente describen la realidad geopolítica de su tiempo. Es que la verdadera Navidad siempre encarna y se hace parte de nuestra historia, transformándola e integrándola a la historia de salvación. Belén de Judea estaba sometida bajo la influencia de un imperio y de un gobernante opresor, injusto e impuesto. Los retos del contexto no detienen ni definen la Navidad.
Dos jóvenes a punto de convertirse padres sufrían los estragos de la opresión política y económica de su tiempo. El verdadero Evangelio encarna para transformar al que lo recibe en su contexto. José y María como cualquier otra pareja joven tenían sueños y anhelos de un mañana mejor. Sueños que Augusto César no iba a considerar. Sueños que a Cirenio, gobernador de Siria, no le iban a importar. Augusto César y Cirenio no tienen interés en nuestros sueños ni son capaces de discernirlos. Dios sí. Mendigar a los poderes políticos nunca convertirá nuestros sueños en realidad. Y repito, José y María tenían sus sueños y esperanzas.
“ Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.”
Seguramente que en los sueños de José y María no estaba el que su primogénito naciese entre insectos y animales. En sus sueños tampoco estaba experimentar el dolor del rechazo de las familias de sus progenitores, pues fueron a Belén porque de allí era su familia. Pero esa fue la cruda realidad de la noche más bella en la historia. La noche que inspira nuestros sueños. Ese fue el contexto de nuestra noche de paz y de amor. Esa es la naturaleza y el poder de nuestra paz y de nuestro amor. No responde al ambiente, no es reciproco al contexto. Responde al cielo y modifica el contexto. El amor nació con dolor y la esperanza se vistió de pobreza. El poder más grande del Universo estaba en un pesebre, los tesoros del universo envuelto en pañales. En la primera Navidad el tesoro y el regalo de la vida fue depositado en un vaso de barro. Los tesoros más grandes de Dios nunca están envueltos en oro. Se encuentran en cosas pequeñas como tomar a un niño en los brazos y ver en su ojos la gloria de Dios.
La noche que nos permite soñar fue así: las variables del contexto que apuntaban a tristeza, frustración y dolor no cambiaron, pero José y María, sí. Porque fueron visitados por el cielo y el alma se llenó de un gozo insondable. Estaban en la más terrible pobreza, pero en sus brazos y en su corazón cargaban la gloria de Dios. Dios se valió de la maldad de otros para que su buena voluntad se cumpliese al detalle. ¿Quién era el rico? ¿Augusto César o José y María? La verdadera Navidad transforma el dolor en consuelo, el vacío en plenitud, porque es Dios con nosotros, Emmanuel. La verdadera Navidad no vacía los bolsillos, sino que llena el corazón.
La pregunta que traigo hoy es si nuestra celebración responde al deseo del cielo o si es reciproca al contexto. Inicio con una fábula. Un joven desea pedirle a su novia su mano en matrimonio. Quiere que sus amigos; Juan, Pedro y Gratitud, sean parte de la celebración. Quiere que sus padres y demás familiares lo celebren con él. Prepara una gran fiesta. Juan ingiere comida para cinco días, como si fuera un elefante. Pedro ingiere todo tipo de bebidas, como si fuera un camello. Gratitud consigue una novia, a pesar de que siempre lo acompaña un mal olor. Toda la familia disfruta del ambiente. Cuando el joven le pide a su novia que se case con él, ella le dice que no porque ama a otro hombre. Juan, Pedro y Gratitud no la pudieron pasar mejor. La familia disfrutó en grande de la fiesta. Pregunto, ¿la fiesta fue un éxito o un fracaso? Para el que diseñó la fiesta, la misma fue un fracaso, aunque todos dicen que lo disfrutaron. Fue un fracaso porque no se alcanzó el objetivo del diseñador de la fiesta.
“ Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 10Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”
Los pastores de ovejas no eran bien vistos en el santuario porque constantemente tenían contacto con animales enfermos y muertos. Las impurezas rituales asociadas con su trabajo los excluían del templo, pero no de la misericordia que define a la verdadera Navidad. En la verdadera Navidad Dios se hace cercano y destruye las barreras de separación para alcanzar verdadera reconciliación. La verdadera Navidad es anuncio angelical de Buenas Nuevas de gran gozo para todo el pueblo. Esto es central en nuestra celebración, pues es el diseño divino.
Una es la Navidad diseñada por el comercio y otra es la Navidad descrita en las Escrituras. ¿Cuál define nuestra celebración? ¿La que alegra el comercio o la que alcanza el propósito del diseñador?
“Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.”
La señal de la verdadera Navidad no es la opulencia, sino la sencillez. No es compartir regalos sino entregar la vida por los demás. Navidad es relacionarme, no con el Dios Conmigo, sino con el Dios con nosotros, el que nos hace pueblo, y pueblo suyo y ovejas de su prado.
Finalmente, Navidad es ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Que así nos bendiga el Señor.