¡Que mente!

27 de septiembre de 2016

1 Corintios 2. 6-16

 «¿Quién ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?  Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo» (1Corintios 2.16 NVI).

 

Alguna vez hemos escuchado decir: fulano tiene una mente…  Hablar de la mente no es tangible, pero se relaciona con el cerebro, donde, por así decirlo, se “aloja” la mente.  Cuando murió Albert Einstein, los científicos decidieron estudiar su cerebro para tratar de encontrar explicaciones a su sabiduría e intelecto.  Nos impresionan las personas brillantes.

En su carta a los corintios, Pablo declara que tienen la mente de Cristo.  Esa es una atrevida afirmación.  Aquella iglesia, formada por personas provenientes de la comunidad de una ciudad en la cual se encontraba todo tipo de ideas, correctas o extravagantes, tenía retos.  Pablo alude a algunas de ellas en sus cartas.

La implicación de tener la mente de Cristo es muy seria, muy grande.  Apunta a pensar y actuar como Él lo hizo… todo el tiempo.  No se logra por leerlo o desearlo fugazmente.  Se logra cuando constantemente le pedimos a Dios en oración que nos revele la verdad de Su Palabra y la fije en nuestra mente.  Esa es la función del Espíritu Santo, que además de acompañarnos diariamente, “nos guía a toda verdad” (Juan 16.13).

No somos Albert Einstein, pero no tenemos que serlo.  Somos creyentes sencillos, que abrazamos por fe a aquel que vino del Padre, y por amor nos reconcilió con Él.  Nos restituyó a la posición de hijos.

Capacitados por el Espíritu Santo, accionamos nuestros pensamientos, en consonancia con los de nuestro Padre.  El resultado es una vida que refleja el carácter de Cristo.  Vivir así nos hace realmente sabios y especiales.

Oración

 ¡Que privilegiados somos Señor!  Ayúdanos cada día a pensar en consonancia contigo porque de esa manera provocamos el bien tuyo en otros.  En Jesús.  Amén.