¡Por supuesto que no!
8 de septiembre de 2016
«Una cosa es clara: antes éramos pecadores, pero cuando Cristo murió en la cruz, nosotros morimos con él. Así que el pecado ya no nos gobierna» (Romanos 6.6 TLA).
«Y la cruz hizo la diferencia. A una vida en destino a sufrir. Y yo le alabo siempre y siempre, pues la cruz hizo el cambio en mí».
Antes y después. El apóstol Pablo describe con precisión nuestra pasada condición: «antes éramos pecadores». Gobernados e inducidos por el impulso de todo aquello que insiste en resistir la voluntad de Dios y nos ubica en el camino y destino de muerte.
El pecado nos distancia y separa del querer y el hacer de Dios. Deforma nuestra voluntad y nos deshumaniza. Pero estando en oscuridad y sin alguna esperanza de auxilio, «Cristo murió en la cruz». El antes queda en el pasado, pero la experiencia de la cruz vive en nuestro eterno presente. El himno lo expresa con belleza, «más de pronto sentí que una mano, me tocó, nueva vida empezó».
Ante la magnanimidad del amor de Dios, expresado a través de la gracia en Cristo Jesús, está sobre la mesa la pregunta del apóstol, «¿Qué más podemos decir? ¿Seguiremos pecando para que Dios nos ame más todavía?». Con la mayor contundencia en acción y palabra, el apóstol responde: «¡Por supuesto que no! Por cuanto nosotros morimos con él», esa también debe ser nuestra respuesta.
Libres de la opresión, caminemos en «novedad de vida». Dejemos atrás lo trivial y afirmemos nuestra voluntad en Cristo. Encarnemos con humildad y valor el compromiso profundo del evangelio. Andemos a través del camino que nos conduce al otro para compartir las buenas noticias: «creo en Dios, el cordero inmolado en la cruz, puede hoy también cambiar tu ser».
Oración
«Cuando el tiempo se extinga y la tierra no sea más, yo estaré abrazado a la cruz». Señor, tu amor inspira mi querer y hacer; me acerca a ti y a los demás. Te ofrendo por siempre mi voluntad y entrego mi vida solo a Ti. En el nombre de Aquél, que es camino, verdad y vida, Jesús, el Cristo. Amén.
Autor: David Cortés