¡Lo que sea por un hijo!
18 de abril de 2016
¡Lo que sea por un hijo!
«Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies y le rogaba mucho diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá» Marcos 5.22-23 (VRV)
Jairo era el jefe discipulosadministrativo de la sinagoga. Presidía la Junta de Ancianos y esta junta era responsable del buen funcionamiento de la sinagoga. Tenía a su cargo que todo en la sinagoga funcionase correctamente. Era uno de los hombres más respetados e importantes en la comunidad. Pero, cuando su hija enfermó, sus prioridades se reorganizaron. Actuó como cualquier padre amoroso haría por rescatar la salud de un hijo.
Echó a un lado sus prejuicios. Debe haber considerado a Jesús inicialmente como un extraño. Tal vez, un hereje, de los muchos que había en su época, posiblemente otorgándole algún grado de peligrosidad.
Jairo se arrojó a los pies de Jesús, olvidando también su posición social. Porque ¡cuánto detiene a las personas su caminar hacia Cristo cuando tienen una posición social de renombre! Cuando el orgullo llama y recuerda quién eres, el consejo es: “deja que los demás vengan a ti, tú no necesitas de nadie”. Pero este hombre fue un vencedor. La fuerza y el poder del amor tienen la virtud de sacar de dentro del ser humano, lo mejor. Y la humillación propia ante Dios siempre es bien recibida por el Todopoderoso.
La noticia llegó. La niña había muerto. El llanto, los gritos y lamentos habían comenzado. Fue entonces cuando Jairo escucha a Jesús, dirigiéndole las palabras más poderosas que habría escuchado en toda su vida: «no temas, cree solamente». A partir de este contundente pronunciamiento Jesús levantó de la muerte a la niña, devolviéndola a su padre.
En su función paterna llegó el día cuando Jairo se vio imposibilitado para resolver la situación con su hija. Acudió a Cristo. Pedirle al Señor que intervenga con nuestros hijos, es lo más sabio que podemos hacer.
Oración: Bendito, Dios. Nuestros hijos te pertenecen. Son tuyos. Tú nos los distes en depósito para que los acercásemos a Ti. Es lo que hacemos en este momento de oración. Danos la gracia para mostrarles que creemos y confiamos en Ti. En Tu nombre oramos. Amén.