La oración y la esperanza- Pan de Vida: 6 de abril
“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó”. Mateo 21.12–14.
Muy amados en el Señor, nos adentramos en la serie de eventos claves para el cristianismo que ocurrieron hace 2,000 años en la semana que hoy llamamos santa, pero que para Jesús fue semana de definición. Cuando Jesús entró a Jerusalén, entró directo a su centro, que era el templo. Ese era el verdadero corazón de Israel, porque lo que allí ocurría definía a Israel como pueblo de Dios o lo distorsionaba. De igual manera, Jesús entra al corazón nuestro, porque lo que ocurre en nuestros corazones nos define, nos afirma o nos destruye.
Dice la Palabra que Jesús echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo. Las ventas de animales para el sacrificio y el cambio de monedas para las ofrendas se iniciaron como una ayuda a los adoradores, pero se había convertido en un negocio. Se lucraban los comerciantes y vendían sus conciencias los que supervisaban el templo. Los adoradores terminaron como víctimas. Y el Dios que quería tender puentes de reconciliación con Él quedó decepcionado con quienes administraban el templo porque se había distorsionado el mensaje. Jesús los echó fuera. El relato en el Evangelio egún Juan dice que Jesús hizo un azote de cuerdas. Cuando joven vi una muy mala película donde ponían a Jesús usando el azote para herir seres humanos. Lo caracterizaban con coraje y casi como un loco azotaba a la gente. Eso es “Fake News”. En el tiempo de Jesús, igual que ahora, se usaban los azotes para mover vacas y otros animales. Solo al diablo se le ocurre que Jesús usa el azote para espantar la gente y no para mover los animales. Jesús acabó con el uso del templo para el lucro de líderes corruptos. Jesús no solo destruyó la corrupción de aquella barbaridad dentro del templo, Jesús citó al profeta Isaías en el capítulo 56. Lea con nosotros los versículos del 4 al 7 en la Nueva Versión Internacional: “Porque así dice el SEÑOR: «A los eunucos que observen mis sábados, que elijan lo que me agrada, y sean fieles a mi pacto, les concederé ver grabado su nombre dentro de mi templo y de mi ciudad; ¡eso les será mejor que tener hijos e hijas! También les daré un nombre eterno que jamás será borrado. Y a los extranjeros que se han unido al SEÑOR para servirle, para amar el nombre del SEÑOR, y adorarlo, a todos los que observan el sábado sin profanarlo y se mantienen firmes en mi pacto, los llevaré a mi monte santo; ¡los llenaré de alegría en mi casa de oración! Aceptaré los holocaustos y sacrificios que ofrezcan sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos»”.
Los eunucos y los extranjeros no eran recibidos en el templo. No tenían esa esperanza. Pero el Dios que abre caminos en el desierto, el Dios que cambia los desiertos de la vida en huertos, tiene misericordia desbordante para todo ser humano, aunque se sienta excluido y aunque otros le hayan puesto trabas. Dios rompe toda traba, toda trampa y toda cadena que excluye a un ser humano de su misericordia y lo hace a través de su amado Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Isaías anuncia que llevará a los excluidos a su monte santo y que les llenaría de alegría en su casa de oración. Aceptaría, sin necesidad de intermediarios como los cambistas del templo, sus holocaustos y sacrificios que ofrecieran sobre su altar. Porque su casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.
Lo que fue diseñado por Dios para ser casa de oración se había convertido en una cueva de ladrones. Eso lo dijo Jesús. Jesús con poder y con gracia lo restauró. Ese día se acercaron los excluidos, cojos y ciegos y Jesús los sanó a todos. Ya no estaban excluidos porque la verdadera oración restaura la esperanza de los pueblos.
El corazón de todos y cada uno de nosotros fue diseñado para ser casa de oración. Un lugar del cual emanen los pensamientos de Dios, pues allí se medita en la Palabra de Dios y se conversa con el Creador de los Cielos y de la tierra. Cuando el corazón está lleno de Dios, de ahí nace la sabiduría para el cultivo de la vida bienaventurada. De ese corazón sabio se alimenta la felicidad y el orden de la familia que se desarrolla sanamente. De ese corazón lleno de Dios fluyen la justicia, la paz y el amor. Por ello el proverbista nos aconseja: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”. Si nos guardamos para Dios, nuestro corazón será casa de oración. Si nos descuidamos, los ladrones pueden entrar y qué triste si el corazón termina como cueva de ladrones.
Satanás vino para hurtar y para destruir. Pero Jesús llega para sanar y levantar al caído y para restaurar la experiencia humana al diseño de la imagen de Dios en nosotros. No creas que Dios no puede tener misericordia de ti. Jamás pienses que Dios te excluye de su amor. Te invito a la oración, te invito a que te acerques. Quien entró a Jerusalén y fue directo al templo, hoy quiere entrar a tu corazón para devolver el gozo del deseo de Dios para tu vida. Jesús tiene autoridad para echar fuera todo lo que te hace daño y te distorsiona. Tiene poder para devolverte el gozo de la salvación y para hacer de todas tus semanas, semanas santas y de todos los días, días de salvación, gozo y bendición.
Hay esperanza para tu vida y se llama Jesús de Nazaret. Inspírate en la Palabra de Dios, Ama como Cristo y Sirve en Espíritu y en Verdad. Que así nos bendiga el Señor de nuestra Esperanza.
Rvdo. Miguel A. Morales Castro
Pastor General ICDCPR