¿Hasta cuándo?
12 de febrero de 2017
«Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos».
(Apocalipsis 6.10-11 RVR1960)
En situaciones límites de nuestra vida, de seguro hemos clamado al cielo con signos de interrogación «¿Hasta cuándo?». Hay circunstancias en las que la respuesta a esa pregunta está en nuestras manos, y ese cuándo, es hasta que nosotros lo permitamos. Sin embargo, en otras ocasiones la respuesta descansa en la potestad del Padre.
Los versículos del capítulo 6 de Apocalipsis develan una expresión transparente de la soberanía de Dios. «¿Hasta cuándo?», es la pregunta que reconoce que el poder no está en nosotros. Que solo Dios, Señor todopoderoso, es quien tiene el detente en sus manos. Es una súplica de justicia y misericordia ante todas aquellas manifestaciones del mal que nos golpean con dureza en medio de nuestra confianza y fidelidad al Eterno.
Los que claman a voz en cuello son «las almas de aquellos que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían». Estos son los bienaventurados del sermón del monte, «Dios bendice a los que son maltratados por practicar la justicia, pues ellos forman parte de su reino». ¡Los que mueren en Cristo, en Él alcanzarán la vida!
En los versos considerados para esta reflexión, la respuesta del «¿Hasta cuándo?» es probable que no sea de nuestro agrado. Se expresa a través de la entrega de «vestiduras blancas» y seguida de una orden de descanso, de espera, de un todavía. La Palabra de Dios no esconde la verdad, ni da vueltas a la realidad, ni ofrece falsas esperanzas. Tal vez, en ocasiones, no es como esperamos y nos es incómoda su respuesta, pero es su santa y bendita palabra.
«¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, ¿no juzgas y vengas nuestra sangre?». Entre tanto, Él ofrece una respuesta «es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa». Vivamos en esperanza y hagamos nuestra su promesa compartida en labios del profeta Isaías: «Dios destruirá para siempre el poder de la muerte. Dios secará las lágrimas de todos… Ese día se dirá: Ahí está nuestro Dios. En Él confiamos. Él nos salvó. ¡Gritemos de alegría porque Dios nos ha salvado!».
Oración
Señor, ayúdanos a esperar en Ti. Gracias por expresar con transparencia Tu verdad y sin ánimo de engaño. En el nombre de Aquel que es Camino, Verdad y Vida. Jesucristo el Señor. Amén.
Autor: David Cortés