El rey que se llamó a sí mismo

15 de junio de 2017

Jueces 9-10

«Y el corazón de ellos se inclinó a favor de Abimelec, porque decían: Nuestro hermano es.  Y viniendo a la casa de su padre en Ofra, mató a sus hermanos los hijos de Jerobaal, setenta varones, sobre una misma piedra».  Jueces 9.3b, 5a (RV1960)

 

La historia se desarrolla en Siquem, lugar importante y emblemático para Israel.  Este lugar fue prometido por Dios a Abraham para su descendencia; allí erigió altar a Jehová.  Fue también el sitio en el que Josué reunió el pueblo en asamblea para renovar su pacto con Jehová antes de morir.

Gedeón había muerto y una vez más Israel apartó su mirada de Jehová, olvidando todas Sus proezas.  En tierra santa, decidieron adorar a los baales.  De la descendencia de Gedeón surge Abimelec.  Este era hijo de su concubina y, mediante violencia y engaño, se convirtió en rey de Siquem.

Abimelec compró la conciencia y la voluntad de sus seguidores y, aunque fue electo por la voluntad de ellos, no fue designado, ni escogido por Dios.  Así que, contaba con el apoyo del pueblo, pero no con la gracia de Dios.

Tres años duró el reinado del ambicioso Abimelec.  El mismo no estaba fundamentado en la voluntad y propósito de Dios.  Así que, lo que trajo al pueblo fue desesperanza y muerte, comenzando con la de sus propios hermanos.  El interés de Abimelec jamás fue servir al pueblo o buscar su bienestar, sino obtener poder.  Con violencia y engaño se convirtió en rey y, a causa de componendas en su contra y violencia, llegó a la muerte.

Es de humanos tener aspiraciones.  En ello no hay maldad alguna, pero debemos poner nuestras aspiraciones y todos nuestros caminos delante de la presencia del Señor.  Nuestro corazón no debe ser corrompido por la ambición y la maldad, sino por el amor al prójimo y el servicio a Dios.  Si Dios nos llama a realizar alguna tarea u ocupar alguna posición de autoridad, debemos aceptarlo con el único propósito de hacer Su voluntad y no porque sea una vía para adelantar nuestras agendas personales.  De esa manera no glorificaríamos a Dios.

Hoy, pidámosle a Dios que guarde nuestros corazones y nos de sabiduría, para que solo dirijamos nuestros esfuerzos y empeñemos nuestra voluntad en la Suya. Roguémosle, que tenga misericordia de los pueblos y naciones cuyos gobiernos los oprimen en vez de gestar su bienestar y que abra caminos de paz, provisión y esperanza, para toda la humanidad.

Oración

Señor eterno, Dios de infinita misericordia, recibe hoy nuestro loor.  Te pedimos que nos cubras con Tu gracia y dirijas nuestros pasos y que nos ubiquemos solo donde Tú nos dirijas.  También, Te pedimos que tengas misericordia de aquellos que sufren injusticias, hambre, violencia y desnudez a causa de sus líderes. Derrama paz y esperanza sobre todo corazón y provee para ellos Tu bendición.  Amén.