Dios es Salvación

4 de diciembre de 2017

Isaías 1–2

«Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana». (Isaías 1.18 RVR1960)

 

Isaías, «Dios salva» o «Dios es la salvación», como profeta de Dios, habla sobre una visión (v. 1) que viene de parte del Eterno para su pueblo y los líderes, la cual reclama toda la atención. 

Por un lado, habla de lo que ha hecho el pueblo y ofrece algunas descripciones: «ellos se rebelaron» (v. 3), «mi pueblo no tiene conocimiento» (v. 3), «gente pecadora» (v. 4), provocaron a ira al Santo de Israel» (v. 4), «no hay en él cosa sana» (v. 5), entre otras más. 

Despreciable es que este pueblo y sus líderes, quienes desde su interior actúan y viven en desapego a Dios, insisten en una expresión simbólica-ritual litúrgica. Esto termina siendo una interferencia irreverente y repulsiva ante Dios: «¿Para qué me sirve?, dice Jehová» (v. 11), «¿Quién demanda esto de vuestras manos?» (v. 12), «No me traigas más vana ofrenda» (v. 13), «…vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma» (v. 14), «cansado estoy de soportarlas» (v. 14). 

Nuestra espiritualidad no puede estar dividida. Qué decepción y frustración se vive en el encuentro social cuando el hijo que espera pan de su padre, recibe una piedra. Espera pescado y recibe una serpiente. Igual es en sentido contrario. También nos sentimos desprovistos y acorralados cuando la injusticia hace estancia en nuestra tierra «porque el dinero y la rosa crecen en el mismo suelo». 

Mirando la condición del pueblo y los líderes de entonces, y haciendo una revisión profunda de nuestra interioridad y exterioridad como iglesia, en palabras de otro en intención de una reflexión profunda: «Valdría la pena confrontar la “estética” palaciega de nuestras liturgias (altar-cátedra, vestimentas y objetos litúrgicos, títulos, Dios todopoderoso, etc.) con la “estética” evangélica de la vida de Jesús (Belén, lava pies, calvario, Dios todo misericordioso, etc.)». Ante todo, la espiritualidad cristiana consiste «en vivir nuestra vida conforme a la vida de Jesús de Nazaret». 

Ante la distancia en la que nos ubicamos en nuestra dicotomía de pecado, surge la palabra profética y el llamado al arrepentimiento: «Lavaos y limpiaos» (v. 16). El adviento nos habla del alcance del amor de Dios que nace, crece «y en la batalla sereno, lleva en brazos una cruz», se entregó y ha de venir. Solo cuando nos acercamos y vivimos en armonía con el propósito de Dios, el significado del nombre del profeta, «Jehová es salvación», se hace realidad en nosotros, y la grana será como la nieve, y el rojo del carmesí como la blancura de la lana. 

Oración

Señor, sálvanos de nosotros mismos. En el nombre de Aquel que es Camino, Verdad y Vida. Jesucristo el Señor. Amén.