Cuando compartimos…
29 de julio de 2016
«Todos los creyentes, que eran muchos, pensaban y sentían de la misma manera. Ninguno decía que sus cosas fueran solamente suyas, sino que eran de todos» (Hechos 4.32 DHH).
Recuerdo la historia de los treinta y tres mineros chilenos, atrapados durante 70 días en lo profundo de una mina. Antes que fueran detectados y comenzaran a recibir suministros para mantenerlos vivos, compartieron lo poco que tenían. Incluso, dividieron una lata de atún, con una pequeña cuchara, para crear porciones para todos.
La iglesia que comenzó a desarrollarse en Jerusalén experimentó crecimiento y amor entre ellos. Cuando se detectaba una necesidad, el amor y la unidad cubrían esa necesidad. El bien producido era nueva flama para que más personas se añadieran a la comunidad.
Posteriormente, el apóstol Pablo nos presentó la imagen del cuerpo humano para explicar la forma de operar de la iglesia. El dolor de uno, nos duele a todos. La alegría de una, nos embarga a todas. La iglesia está llamada a responder a la necesidad del que está a nuestro lado y adora junto a nosotros. Las iglesias desarrollan programas y conceptos para emular el estilo de la primera iglesia.
En realidad, somos guarda de nuestro hermano. No tenemos que esperar la llegada del desastre para compartir lo que tenemos. Cada día es una oportunidad de hacerlo. En ocasiones será necesario compartir algo intangible. En otras, la necesidad será literalmente de pan.
Cuando abrimos la mano para compartir lo que tenemos, imitamos a Dios, quien abrió sus brazos y nos dio a Su hijo… Una pequeña “porción de atún” provoca vida y esperanza.
Oración
Padre, Tú que provees con liberalidad, ayúdame a imitarte y con amor, cubrir la necesidad de mi hermano. Por Jesús, amén.
Autor: Luis Montañez