Comprometidos con Su Palabra y Su voluntad

8 de mayo de 2017

Números 21.10-22.35

“Y Balaam respondió y dijo a los siervos de Balac: Aunque Balac me diese su casa llena de plata y oro, no puedo traspasar la palabra de Jehová mi Dios para hacer cosa chica ni grande.” Números 22.18 (RV1960)

 

Dios estaba con el pueblo de Israel.  Como había prometido, iba delante de ellos abriéndole camino y mostrando Su poder y gloria, pero, sobre todo, Su fidelidad, al entregar en sus manos todo aquello que les había prometido.  El pueblo, que una vez fue esclavo, se había convertido en una verdadera amenaza para toda nación que se encontrara a su paso.  Se estima que se trataba de una multitud que había alcanzado los dos y medio millones de personas.  Así que reinaba el temor en toda la región por su poderío y el hecho de que caminaban de la mano del Dios vivo.

Moab no fue la excepción.  Balac, su rey, sintiéndose intimidado por las hazañas de los israelitas, trató de manipular la situación buscando la ayuda de un “adivinador” o “profeta”.  Él conocía de la efectividad de Balaam.  Había visto que a quien éste bendecía, era bendecido y, a quien maldecía, era maldecido.  Así que le hizo una sencilla petición: “Ven pues, ahora, te ruego, maldíceme este pueblo, porque es más fuerte que yo; quizá yo pueda herirlo y echarlo de la tierra; pues yo sé que el que tú bendigas será bendito, y el que tú maldigas será maldito” (22:6).

Al parecer, lo que Balac no sabía era que el “profeta” consultaría a Jehová, precisamente, el Dios del pueblo al que quería perjudicar.  A fin de cuentas, su mensaje dependería de las instrucciones que recibiera del Señor.  Así que, por más que Balac intentó comprarle con generosas ofertas, no obtendría lo que quería.

El relato nos hace pensar acerca de nuestro compromiso con la voluntad y la Palabra de Dios.  Lamentablemente, hoy más que nunca, vemos cómo personas que son consideradas profetas de Dios, acomodan su mensaje a su conveniencia o intereses, o, a lo que aquellos a quienes sirven o le pueden beneficiar de alguna manera, desean escuchar.

No debemos cometer ese grave error.  Quien nos ha llamado es el Dios de Israel.  Por ello, nuestros labios no deben proferir palabra alguna que no sea Suya o atente contra Su voluntad.  No debemos olvidar que, aunque servimos a los seres humanos, nuestro compromiso es con la voluntad de Dios y la voluntad y la Palabra de Dios no se compran ni se venden.  Tampoco se pueden manipular.

Nos ayude el Señor a serle fieles.  Y a no abrir nuestros labios a menos que Él ponga en ellos Su voz.

Oración

Señor eterno, alabamos Tu Santo nombre.  Te rogamos que abras las ventanas de los cielos e inundes nuestras vidas con Tu santa unción.  Traza nuestro camino y abre o cierra puertas delante de nosotros de acuerdo con Tus propósitos.  Úsanos para Tu gloria y pasa carbón encendido sobre nuestros labios.  En el nombre de Jesús.  Amén.