“Aviva la llama del Espíritu en ti”
17 de diciembre de 2016
“Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1.6-7 NVI)
La vida de Pablo estaba a punto de ser sacrificada a causa del evangelio. De hecho, cuando escribió estas palabras estaba confinado a una celda. Así que, sus palabras son más bien un tipo de despedida en la cual comunica a Timoteo su última voluntad. Su mayor preocupación era la continuidad de la proclamación del evangelio ante la amenaza de falsas doctrinas y la persecución.
Timoteo era su colaborador y sucesor. El apóstol valoraba su fe sincera y depositó sobre sus hombros la responsabilidad de continuar la propagación del evangelio y procurar el bienestar de la iglesia. El joven siente la carga y se atemoriza, pues las circunstancias le eran adversas. La tarea era ardua, él era tímido y estaba algo desanimado. Por eso el apóstol le insta a hacer del fuego del Espíritu Santo que habitaba en él, una llama viva. Esta llama era la que le empoderaría para vencer sus temores y cumplir con su llamado. Timoteo necesitaría del auxilio divino. Los que tergiversaban el evangelio lo hacían con fuerza y valor, y de esta misma manera debían defenderse las verdades del evangelio.
Vivimos tiempos similares a los que vivió Timoteo. Hoy también las verdades del evangelio son amenazadas por doctrinas erradas que hacen pensar al ser humano que Dios no es real y que se puede llenar el vacío del alma con lo terrenal. Por ello, los creyentes somos igualmente retados a defender y proclamar el evangelio con presteza y denuedo. En especial, en este tiempo de Navidad en que la celebración del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo ha sido reducida a luces y algarabía, y se ha olvidado su verdadero significado.
Cuando Jesús nació venció la luz sobre las tinieblas, la sanidad sobre la enfermedad, el perdón sobre el odio y el rencor, y la igualdad sobre la desigualdad. Si otros han sido osados en la proclamación de mensajes sin sentido, ¿por qué tú y yo vamos a acobardarnos y no decirle a otros lo que ha significado la llegada de Cristo a nuestras vidas?
En esta Navidad, proclamemos la verdad del evangelio, amparados en el poder del Espíritu de Dios que mora en ti y en mí. Así nos ayude el Señor.
Oración
Señor y Dios de todo lo creado, Te alabamos. Gracias por tener misericordia de nosotros y por depositar el inmerecido don de Tu Espíritu Santo en nuestros corazones. Danos la fuerza y la valentía que necesitamos para proclamar las verdades del evangelio, en especial en este tiempo de la Navidad. No nos dejes, pues dependemos enteramente de Ti para mostrar al mundo Tu gran amor. Amén.
Autor: Migdalis Acevedo