ALTAR FAMILIAR : ¿Qué nos espera al otro lado?
- Comencemos leyendo la Palabra del Señor en el Salmo 103.1-5:
1Bendice, alma mía, a Jehová,
Y bendiga todo mi ser su santo nombre.
2 Bendice, alma mía, a Jehová,
Y no olvides ninguno de sus beneficios.
3 El es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;
4 El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias;
5 El que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezcas como el águila.
- Entonemos en familia el cántico “Los que esperan en Jehová”
Los que esperan, los que esperan en Jehová.
Los que esperan, los que esperan en Jehová.
//Nuevas fuerzas tendrán, nuevas fuerzas tendrán.
Sus alas levantarán.//
- Hagamos una oración de gratitud a Dios por su gracia. Alabemos su nombre y permitan que cada miembro de la familia mencione un motivo por el cuál le da gracias a Dios.
- Algún miembro de la familia puede leer la Lectura Bíblica en el Isaías 40.27-31 (TLA).
27«Pueblo de Israel,
¿por qué te quejas?
¿Por qué crees que Dios
no se preocupa por ti?
28 Tú debes saber que Dios
no se cansa como nosotros;
debes saber que su inteligencia
es más de lo que imaginamos.
Y debes saber que su poder
ha creado todo lo que existe.
29 Dios les da nuevas fuerzas
a los débiles y cansados.
30 Los jóvenes se cansan
por más fuertes que sean,
31 pero los que confían en Dios
siempre tendrán nuevas fuerzas.
Podrán volar como las águilas,
podrán caminar sin cansarse
y correr sin fatigarse».
- Propicie unos momentos de diálogo entre todos los miembros de la familia. Luego de leer la Palabra del Señor, tengan un espacio para que todos expresen lo que el pasaje bíblico les quiere decir. ¿Cómo se sienten? ¿Qué mensaje tiene esa Palabra para nosotros? ¿Qué nos quiere decir el Señor a través de ella? ¿Cómo podemos aplicar esa Palabra en un momento como este? De oportunidad para que todos los miembros de la familia se expresen y compartan lo que está en su corazón.
- Meditemos en la siguiente reflexión:
El ser humano es curioso por naturaleza. ¿Ha visto a un niño tener un accidente a consecuencia de curiosear donde no debía? No solo pasa con los niños. Nos llama la atención lo novedoso, lo que no conocemos. Aún la persona que proyecta saberlo todo tiene preguntas e interés sobre lo desconocido.
Algo que todos desconocemos es lo que acontecerá en el día de mañana o lo que viviremos en las próximas horas. En no saber puede producir ansiedad, temor o preocupación. Podemos hacernos muchas preguntas válidas sobre nuestra circunstancia, nuestra familia y nuestro país. ¿Qué nos espera mañana? ¿Qué nos espera esta nueva semana de aislamiento social? ¿Tendré alimento suficiente para mí y mi familia? ¿Todavía tendré los medicamentos de mantenimiento que mi familiar o yo necesitamos? ¿Y qué pasará si se va la luz? ¿Y qué pasará si se llevan el agua? ¿Y qué pasará si me enfermo? ¿Cuándo podré abrazar a ese ser querido que hace días no podemos encontrarnos?
Todas esas preguntas y muchas más pueden haber pasado por nuestra mente o puede que aún estén presente. Generalmente el tono de estas inquietudes va en aumento, lo que nos lleva a un estado de ansiedad crítico, pensando en lo peor que nos puede pasar. ¿Qué nos espera después de este tiempo de distanciamiento social? No lo sabemos. ¿Cuándo acabará todo esto? Tampoco lo sabemos, pero el Señor nos invita a caminar confiados en Él.
En Lucas 8.22-25 encontramos la historia donde Jesús, estando en la barca con sus discípulos, les dice “Pasemos al otro lado”. En el camino se levanta una tormenta y los discípulos tuvieron gran temor. Se hicieron preguntas y buscaron al Maestro, quien dormía en la barca. Probablemente si hubiesen estado conversando con el Maestro estaría despierto. Hoy nuestra casa se convierte en una barca. Hemos zarpado en una aventura forzosa, pero no estamos desamparados. Los discípulos no sabían lo que le esperaba al otro lado de la orilla, pero obedecieron a Jesús. Se encontraron con una gran tempestad, pero Jesús calmó la tormenta y hubo bonanza. Los vientos y las olas cesaron.
No sabemos lo que nos espera al otro lado, pero sí podemos permitirle a Jesús que tome control de nuestra barca. Tome control de nuestra vida, nuestra familia, nos ayude a manejar nuestras emociones y ansiedad. Dialoguemos con Jesús. No nos limitemos a decir que Jesús está con nosotros en la barca. Hablemos con Él. Oremos. Busquemos su presencia. Su presencia es más fuerte que cualquier situación que atormente nuestro corazón. Permitamos que Jesús nos guie en todo tiempo. Que en este tiempo podamos reconocerle como nuestro Señor y Dios y permitamos que su paz inunde todo nuestro ser. Afirmemos esas promesas hermosas que nos invitan a poner nuestra confianza en el Señor y a descansar en Él.
- Oremos juntos:
Señor Dios y Padre Nuestro, te damos gracias por tu paz que inunda nuestra vida. Anhelamos esa paz. Mira aquellas personas que, en medio del distanciamiento social, anhelan ser abrazados. Que tu presencia los cobije y los sostenga de manera especial. Cúbrenos con tu amor y con tu gracia. Ayúdanos a confiar en ti y esperar en tus promesas. Te lo pedimos en el nombre de Aquel que tiene todo poder de calmar los vientos y la tempestad, Jesús. Amén.
- Entonemos el cántico de confianza: “Este es el Cristo que yo predico”.
Este es el Cristo que yo predico.
Que no me canso de predicar.
El sana los enfermos, echa fuera demonios.
Calma los vientos y la tempestad.