Altar Familiar- 9 de agosto
Pastora María del Mar Pérez Taboas
Viviendo en paz en tiempos turbulentos
Llamado a la Adoración
Lectura Bíblica Salmo 62.5-8 (RVA 2015)
“Oh alma mía, reposa solo en Dios porque de él es mi esperanza. Solo él es mi roca y mi salvación; es mi alto refugio; no seré movido. Dios es mi salvación y mi gloria; en Dios está la roca de mi fortaleza y mi refugio. Oh pueblos, esperen en él en todo tiempo; derramen delante de él su corazón porque Dios es nuestro refugio. Selah”.
Oración de gratitud
Entonemos el cántico “Alma mía, alaba a Jehová”
Alma mía alaba a Jehová
Al que te dio la vida
Y vino a hacer morada en ti
Alma mía no quiero que estés triste
Si Cristo te hizo libre para que puedas alabarle
//Alma mía alaba a Jehová,
porque si tú le alabas yo estaré en paz//
Momento de intercesión: Dinámica familiar
Tomando en cuenta todo lo que se ha estado viviendo tanto individualmente, así también como familia y país, separen cinco minutos para hablar sobre aquellas cosas que le han estado quitando la paz. A pesar de que estamos viviendo cosas parecidas la forma en que cada uno de nosotros las interpreta es distinta.
Dele tiempo a cada miembro de la familia a expresarse ya sea con una palabra, una frase o una idea elaborada y completa.
Escuchen con atención y eviten reírse, corregir o comentar de lo que ese miembro está expresando. Este es su momento de desahogo.
Una vez todos hayan expresado lo que les está quitando la paz es momento orar.
Escoja un compañero o compañera de oración.
Cada uno debe orar por la otra persona.
Una vez terminado el tiempo de oración haga un compromiso de mantenerse orando por la situación de su compañero o compañera de oración.
Pasada una semana repita la dinámica. Esta vez incluya testimonios de cómo la oración le ha ayudado a experimentar la paz.
Entonemos el cántico: Me das tu paz
// Me das tu paz, perfecta paz,
Una paz que el mundo nunca me quitará
Una paz que hace danzar mi corazón
Con tu canción de amor.
Me das tu paz, perfecta paz//
Lectura bíblica: Marcos 6.45-51 (RVR 1960)
“En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar; y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, ¡no temáis! Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban”.
Meditemos
Sin duda alguna estamos en un tiempo donde parece ser que escasea la paz más que cualquier otra cosa. Da la impresión de que todo se pone peor cada vez. Sin embargo, así como en el pasaje que acabamos de leer, podemos confiar en que Cristo tiene el poder para calmar cualquier tempestad. Una mirada profunda al texto en referencia puede arrojarnos luz en cuanto a enfrentar las aguas turbulentas de la vida. Desde que comenzó el 2020, Puerto Rico, y muchos países, han estado remando fuertemente para llegar al otro lado. Cuando comenzó enero con aquellos temblores aún estábamos fuertes y, aunque algo temerosos, enfrentamos el reto con valentía y esperanza. Pasado algunos meses comenzó la “cuarentena” que ,para muchos parecía un chiste y para otros un período de vacaciones, pero poco a poco se fue tornando más difícil de sobrellevar al punto que después de haber controlado la pandemia se produjo un repunte en los casos positivos. Pero nosotros seguimos remando para llegar al otro lado. Lo hemos seguido haciendo aun cuando sobre los temblores, la pandemia, el desempleo y todo lo que esto trae nos llegó una tormenta. Aunque fatigados seguimos remando.
Dice el texto que Jesús le había pedido a sus discípulos que se adelantaran a Betsaida en lo que él hacia otra cosa. Sus discípulos le obedecieron y zarparon, en medio de esa obediencia se desató la tempestad. Este es precisamente uno de los primeros puntos que me gustaría recalcar: el que seas obediente a lo que Dios te pide no significa que las situaciones de la vida no te alcancen. ¡Tú, sigue remando! Llama mi atención el versículo 48 porque dice que los discípulos estaban ocupados en remar, luchando contra las olas, pero, Jesús los vio. Jesús te ve cuando aún sin fuerzas sigues luchando para obedecerle. Viene a mi memoria el mensaje del Señor a la iglesia en Filadelfia de Apocalipsis 3.10: “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque, aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”. El Señor recompensa nuestra fidelidad, sobre todo cuando sabe que aún en nuestra debilidad hemos seguido siendo fieles.
Continua el texto diciendo que cuando Jesús los vio en medio de su “crisis” se acercó a ellos, pero ellos se asustaron. Las situaciones de la vida, sean buenas o malas, afectan nuestras emociones. Nuestras emociones, muchas veces, nublan nuestra percepción de las cosas. Por ejemplo, cuando estamos contentos en un lugar parece que el tiempo pasa volando, pero cuando estamos aburridos o incomodos se nos hace eterno el tiempo. La realidad es que el tiempo pasa siempre a la misma velocidad: 60 segundos por minuto. Lo mismo nos pasa cuando estamos en medio de la turbulencia.Podemos estar viendo a Jesús acercarse y percibir que es otra cosa. Pidamos al Señor que nos aclare nuestra visión espiritual para que podamos percibir las cosas como él quiere que las percibamos.
Por último, vemos a Jesús calmando a sus discípulos antes que a la tempestad. Les dice: “¡Tened ánimo; yo soy, ¡no temáis!”. Es posible que la cuarentena continúe un tiempo más y que algunas cosas no cambien de inmediato, pero en medio de todo eso podemos escuchar a Jesús animarnos y calmar nuestros temores. La paz tiene que ver con lo que pasa dentro de nosotros y no necesariamente con lo que pasa afuera. Por eso es importante que podamos hablar de lo que pensamos, de cómo vemos las cosas, que podamos orar a Dios y pedirle que calme nuestro interior, aunque el exterior parezca una locura. Así como a los discípulos, Dios calmará nuestras tormentas y llegaremos al otro lado. En el nombre de Jesús, Amén.
Oración final
Cantico final “Tus ojos revelan”
Tus ojos revelan que yo
Nada puedo esconder.
Que no soy nada sin ti
Oh fiel Señor.
Todo lo sabes de mí
Cuando miras el corazón.
Todo lo puedes ver
Muy dentro de mí.
Llevas mi vida
A una sola verdad
Que cuando me miras
Nada puedo ocultar.
Sé que es tu fidelidad
Que lleva mi vida más allá
De lo que puedo imaginar.
Sé que no puedo negar
Que tu mirada puesta en mí
Me llena de tu paz.