Alerta
11 de septiembre de 2016
«Por eso, hermanos, ya no estamos obligados a vivir de acuerdo con nuestros propios deseos. Si ustedes viven de acuerdo a esos deseos, morirán para siempre; pero si por medio del Espíritu Santo ponen fin a esos malos deseos, tendrán vida eterna» (Romanos 8.12-13 TLA).
El Evangelio se construye a base de contrastes. Jesús dijo: «Cuando el ladrón llega, se dedica a robar, matar y destruir. Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente».
Pablo, en el mensaje que le es revelado como Siervo de Cristo, establece los contrastes que marcan la diferencia entre los que «morirán para siempre», es decir, aquellos que viven aferrados a sus deseos, y los que «tendrán vida eterna», es decir, los que ponen fin a esos malos deseos por medio del Espíritu Santo y hacen la voluntad de Dios. Una simple observación de tales aseveraciones, hace que la opción, entre una y otra, sea fácil de seleccionar. La vida sobre la muerte.
Hoy, al igual que todos los días de nuestra vida, surgen opciones de vida o de muerte. En lo cotidiano hay que estar alerta. Con suma facilidad podemos diluirnos a través de conversaciones, comportamientos, posturas, relaciones, que pueden ser representaciones exclusivas de un querer no ponderado, o, peor aún, ser atrapados en el querer mal intencionado del otro. Cuando entonces viene el momento de la reflexión o el señalamiento, consideramos el valor despreciado del silencio o anhelamos la oportunidad del tiempo perdido. Pero, ya es tarde.
El auxilio de la persona del Espíritu Santo en la vida del cristiano y de la iglesia es vital. Marca el contraste. En nuestra fragilidad humana, donde se hacen evidentes nuestras limitaciones, su intervención nos revela y guía a través del camino que afirma la vida eternal sobre los atrechos de muerte.
Oración
Espíritu Santo de Dios, ayúdanos a vivir vidas congruentes al santo llamado. Ayúdanos a estar alertas porque queremos ser testimonio de vida y no de muerte. Queremos formar parte de conversaciones de paz, exhibir comportamientos solidarios, asumir posturas con firmeza y establecer relaciones en amor, que señalen a Cristo como el Señor de nuestra vida. No queremos, por estar ensimismados, desentendernos de nuestros contextos. En el nombre de Aquél, que es camino, verdad y vida, Jesús, el Cristo. Amén.
Autor: David Cortés