Aferrados, totalmente aferrados

16 de octubre de 2016

1 Corintios 15.1-11

 

“Ahora, hermanos, quiero recordarles el evangelio que les prediqué, el mismo que recibieron y en el cual se mantienen firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.” (1 Corintios 15.1-2 NVI)

Durante sus vacaciones en la costa, una familia presenció una fuerte tormenta.  Las olas eran muy altas y los fuertes vientos sacudían violentamente las embarcaciones en el muelle.  Su hijo, que era solo un niño, se fijó en que una boya flotaba serenamente en el fuerte oleaje y se mantenía en su lugar a pesar de los terribles vientos.

Entonces, le comentó a los demás: -la boya es la única cosa que parece no tener miedo, porque, aunque se hunde de vez en cuando, siempre vuelve a subir a salvo y en el mismo lugar-.  Entonces el padre explicó que la boya se mantenía firme a pesar del viento fuerte, porque estaba amarrada a un ancla en el fondo del mar.

Así es nuestra vida.  Estar aferrados al evangelio de Cristo, es nuestra seguridad.  Pienso que ese era el mensaje que Pablo quería trasmitir a los corintios.

Como en nuestros tiempos, había ideas y corrientes de pensamiento que como fuertes vientos amenazaban la firmeza de la fe de los creyentes.  Es por eso, que su antiguo pastor les recuerda la centralidad y esencia del evangelio: “Cristo murió y resucitó al tercer día y nosotros también resucitaremos y moraremos con Él en gloria”.  Y en el creyente que pone el evangelio como fundamento y ancla de su vida, éste tiene un efecto transformador y esperanzador.

El evangelio de Cristo rescata y da esperanza, no es letra muerta, ni hemos creído en vano.  Por lo tanto, podemos enfrentarnos sin temor a cualquier viento contrario en el día de hoy solo si estamos aferrados a esta verdad y la afirmamos con certeza.

Te invito a preguntarte: ¿Qué te sostiene en la tempestad?  ¿En qué o en quién has creído?  ¿Cuán firme está tu fe en el Cristo resucitado?  ¿Verdaderamente crees?

Si es así, aférrate.  Cada día más.  Y te aseguro que por más fuertes que arrecien los vientos no te moverán.  Quizás llegues a hundirte por un instante, pero airoso emergerás en la tempestad y te mantendrás firme en la esperanza, que es en Cristo.

Oración

¡Cristo Jesús, ancla de mi fe y esperanza, te adoro mi Señor!  Hoy proclamo con certeza que creo en Tu muerte y gloriosa resurrección y que por Tu victoria sobre la muerte tengo vida eterna.  Por ello, te doy gracias.  Y te pido que, en el día de hoy, ante los vientos contrarios que sé azotarán mi vida, me sostengas fuerte, muy fuerte, no permitas que nada me mueva.  Mi esperanza está solo en Ti, mi Señor.  Amén.

Autor: Rvda. Migdalis Acevedo