Mensaje del Pastor General
Muy amados en el Señor, el pasado lunes, 1 de junio de 2020 en el programa “Somos Discípulos” expresamos nuestro dolor y rechazo a la realidad del racismo sistémico en los Estados Unidos que ha desembocado en los disturbios que afectan las principales ciudades de la nación norteamericana.
Primordial en el entendimiento de la Iglesia a lo ocurrido en Pentecostés es la cita del profeta Joel: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”. En esa profecía se adelanta cómo el Espíritu Santo integra las generaciones, otorgando funciones complementarias a cada una. El Espíritu Santo de Dios integra a la raza humana. En el pasaje se enseña que en la Iglesia la presencia del Espíritu Santo es otorgada a todas las generaciones; es otorgada a hombres y a mujeres. Es otorgada a todo ser humano sin considerar el color de su piel, su trasfondo étnico ni su pasado cultural. Se derrama sobre toda carne para la expansión del Reino de los Cielos en la tierra. Ese derramamiento que es sobre toda carne es un rechazo divino al racismo que polariza a la raza humana. La Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en Puerto Rico rechaza de manera categórica y profunda el racismo y el homicidio de George Floyd en Minneapolis. Nos lastima que haya en los Estados Unidos un patrón de violencia racial impune por mucho tiempo. Este ambiente de injusticia y de opresión racial se ha manifestado por décadas sin que se resuelva de manera sistémica. Este homicidio ocurre cuando la gran mayoría de los fallecidos en los Estados Unidos a causa del COVID-19 pertenecen a las minorías y/o son personas de escasos recursos, haciendo manifiesta la brecha social que separa con injusticia a las minorías y a los empobrecidos. Como ha ocurrido en el pasado, el efecto acumulado de las injusticias sociales se ha manifestado en actos de protesta por razones legítimas.
Nuestro mensaje es a favor del valor intrínseco de la vida humana. Todo ser humano contiene la imagen de Dios en sí mismo. En la narrativa bíblica Dios nos creó a todos de una sola carne. No importa el color de nuestra piel, todos salimos de una misma carne y del mismo soplo del aliento divino. El racismo es un pecado que trata de destruir la unicidad de la raza humana según el diseño de Dios. Nuestra Iglesia busca sanar las heridas que nos separan y anhela la integración de todos y todas en el desarrollo del Reino de los Cielos sobre la tierra. En ese sentido, somos embajadores de los valores del Reino de los Cielos y nuestra misión es la reconciliación.
Lo que nos distingue del resto de la creación es que Dios sopló en nuestra nariz hálito de vida y nos otorgó su imagen y semejanza. En los tiempos en que resuena la trágica frase de George Floyd, “No puedo respirar” y que se hace evidente que hay millones con la rodilla de la injusticia en el cuello, recordemos que en Pentecostés Dios envió el hálito de su Espíritu para reconciliar la raza humana en el nacimiento de su Iglesia. Somos de los aún creemos que el amor es más fuerte que el odio y que más puede el mensaje de la esperanza que la maldad. Nos consagramos a la búsqueda de una sociedad donde reine la libertad, la equidad y el amor. Para ello como Iglesia de Jesucristo nos inspiramos en la Palabra de Dios, nos comprometemos a Amar Como Cristo y a Servir en Espíritu y en Verdad.