Altar Familiar- 22 de abril
Pastora Liza Torres Rondón
Pastora Recurso ICDC Villa Palmeras
Región 1
Él es suficiente
Leamos juntos lo que nos dice la Palabra del Señor en el Salmo 24.7-10:
“¡Alzad, puertas, vuestras cabezas! ¡Alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria! ¿Quién es este Rey de gloria? ¡Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla! ¡Alzad, puertas, vuestras cabezas! ¡Alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria! ¿Quién es este Rey de gloria? ¡Es Jehová de los ejércitos! ¡Él es el Rey de gloria!”.
Este es el día que hizo nuestro Dios para alabarle. Alabemos a nuestro Rey de Gloria. Nos gozamos aún en medio de las circunstancias porque podemos reconocer que Él está en control. Nos alegramos porque hemos visto su acompañamiento.
Entonemos los cánticos: Este es el día que hizo el Señor y Jesús está pasando por aquí.
//Este es el día, este es el día que hizo el Señor, que hizo el Señor.
Día de alegría, día de alegría y de gozo y de gozo.
Este es el día que hizo el Señor, día de alegría y de gozo.
Este es el día, este es el día que hizo el Señor.//
//Jesús está pasando por aquí.//
Y cuando Él pasa todo se transforma, se va la tristeza llega la alegría.
Y cuando Él pasa todo se trasforma, llega la alegría para ti, para mí.
Oremos agradeciéndole a Dios por su compañía en todo tiempo, por su amor, por su misericordia y por su provisión. Agradecemos a Dios que nos ha permitido vivir un nuevo día para compartir su Palabra con otros y porque podemos tener este espacio para adorarle.
Leamos su Palabra en el Salmo 51.1-10:
“Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. ¡Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado!, porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado; he hecho lo malo delante de tus ojos, para que seas reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio. En maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre. Tú amas la verdad en lo íntimo y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo y seré limpio; lávame y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados y borra todas mis maldades. ¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!”.
Oremos para que Dios perdone nuestros pecados y limpie nuestro corazón y pensamientos. Sobre todo, para que renueve su espíritu dentro de nosotros.
Cantemos juntos: Renuévame
Renuévame Señor Jesús
Ya no quiero ser igual
Renuévame Señor Jesús
Pon en mí tu corazón
Porque todo lo que hay dentro de mí
Necesita ser cambiado Señor
Porque todo lo que hay dentro de mi corazón
Necesita más de ti.
Reflexión Pastoral: Juan 5.1-9
“Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, cerca de la Puerta de las Ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua, porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque y agitaba el agua; el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera. Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? El enfermo le respondió: Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; mientras yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y anda. Al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su camilla y anduvo. Era sábado aquel día”.
En el capítulo anterior a este texto, Jesús se encuentra con la samaritana y luego sana al hijo de un noble, mientras iba camino de Judea a Galilea. En el pasaje leído, Jesús regresa a Jerusalén para otra fiesta religiosa judía y entra por la Puerta de las Ovejas. Una puerta en el extremo norte del complejo del templo. Cerca de la puerta había un estanque con cinco pórticos. Habían allí muchos enfermos, ciegos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua por un ángel para ir corriendo en busca de su milagro. El primero que ingresara al estanque sería sanado. Por tanto, siempre había quienes que, por su enfermedad, no podían alcanzar este beneficio. Su condición los ponía en una posición doblemente desventajosa: eran excluidos del pueblo y discriminados. Siempre había alguien más rápido que ellos quitando así toda esperanza de ser sanos.
El hombre de nuestro relato, cuyo nombre no conocemos, había padecido de su enfermedad por 38 años. Imagínense cómo se encontraba su estado emocional: desesperado, desesperanzado porque no había forma ni recurso que él pudiera realizar para ser libre. Luego encontramos la escena más hermosa de este pasaje: Jesús lo ve… y al hacerlo le dijo: ¿Quieres ser sano? Este hombre pensaba que solo había una forma de ser sano: no tengo a nadie que me ayude. Pero Jesús abre otra oportunidad ofreciéndose a sí mismo como el agua viva que desciende en la vida del ser humano para darle sanidad y libertad al igual que lo hizo con la samaritana. Jesús simbólicamente es el estanque de agua, pero este estanque está siempre en movimiento, dejándonos saber que siempre hay oportunidad en Él para ser liberados.
Todo esto ocurrió el día de descanso, el sábado, cuando los judíos debían abstenerse de trabajar. Como hemos visto en otras ocasiones, los líderes religiosos estaban más preocupados por el hombre que llevaba su camilla el día sábado que por su curación milagrosa.
Quizás muchos de nosotros nos podemos identificar con esta historia. En esta cuarentena, algunos estamos como este hombre, esperando sentados a que ocurra algo diferente. Sentimos que estamos en una posición desventajosa, ya sea porque no tenemos recursos o porque los que tenemos no los podemos alcanzar. Por ello, podríamos estar hasta estancados, pensando que la situación no tiene solución, que no hay nada que podamos hacer. Es precisamente aquí que Dios nos recuerda que los recursos que necesitamos se encuentran en Él, no en nosotros.
Puede que este proceso haya traído a nuestras vidas incertidumbre, molestia, miedo. Tanto así que quizás no han pasado 38 años, pero sí 37 días que se sienten como mucho más. Jesús llega al templo en esta mañana, no a la estructura, sino a nuestras vidas, casas y nos pregunta: ¿quieren ser sanos?
Nuestro Dios es el agua viva que está siempre en movimiento y nos invita a ser sanados y libertados de todo aquello que nos aqueja. No tenemos que ir a ningún lugar en específico, sino solo buscarle y encontrarnos con Él. No nos quedemos en el estanque. Dios no soolo provee un pozo, sino que nos ofrece de su agua viva para que podamos vivir en pos de Él.
Oremos juntos en familia para que Dios nos ayude a no quedarnos estancados, sino a movernos con Él. A que podamos fijar nuestros ojos en su poder y no en las circunstancias. Que creamos firmemente que Dios se está moviendo, aunque no le veamos. No importa el tiempo de espera, Él contestará nuestra oración.