No entregues la esperanza- Pan de Vida: 8 de abril
“Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle” (Mateo 26.14–16).
Muy amados en el Señor, lo tradicional en el miércoles de Semana Santa es recordar que posiblemente fue en un día como hoy que Judas convino con los miembros del Sanedrín en entregar su esperanza por el sueldo de un mes, esto es, por treinta piezas de plata. Lo único que alcanzó con ese dinero fue comprar su tumba. Si entregas tu esperanza, te tumbas. Si te aferras a la fe que es en Cristo Jesús, Dios te levanta y te conduce por senderos de paz, por amor a su Nombre.
En Marcos 14 y en Mateo 26 hay tres narrativas que quiero comentar. La primera es de una mujer cuyo nombre no se menciona y que derrama un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio. Los discípulos estimaron que se podría vender por 300 denarios, o sea, diez veces más de lo que Judas recibió por entregar su esperanza. Jesús da a entender que el acto de esa mujer fue uno guiado por Dios al decir: “Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella” (Mateo 26.12–13). Los cristianos de todo el mundo, en todas las épocas hemos recordado este acto de amor de esta mujer como un abrazo a la esperanza. Nada más lindo en la vida que ser guiados por el Señor. En contraste, lo que sigue en el relato bíblico es la entrega que Judas hace de su esperanza, al acordar entregar a su Maestro por treinta piezas de plata, que en la moneda de los romanos eran treinta denarios.
El nombre de Judas era muy común en el tiempo de Jesús. Significa “digno de ser alabado”. Además de ser un nombre con un precioso significado, es un nombre que suena grato al oído. Pero desde hace siglos que nadie llama a su hijo con ese nombre. Como escuché a alguien decir una vez, “ni siquiera conozco un perro con ese nombre”. Y de aparecer un perro con ese nombre, le tendría cuidado. Porque ese ser humano que nació con promesa y con nombre digno, ese ser humano que tuvo el privilegio de caminar por los campos de Palestina al lado de la Esperanza de todos los pueblos, entregó su esperanza por una miseria y ahora es solo recordado como un miserable traidor. Le cambió el significado a su nombre. Ahora Judas es sinónimo de traición. De ello aprendemos que el nombre no hace a la persona, la persona hace el nombre.
Repasemos, el primer relato es de una mujer que lo entregó todo a Jesús. El segundo relato es el de un hombre que entregó su esperanza al entregar a Jesús. El tercer relato es el de un hombre que negó conocer la esperanza.
El tercer relato aparece en todos los Evangelios y es la negación de Pedro. Dice la Palabra: “Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” (Lucas 22.60–62). Pedro negó la esperanza de su alma. Creo que el cruce de miradas entre Jesús y Pedro, mientras Pedro le negaba, junto al cantar del gallo, fue una terrible punzada al corazón. Aunque Pedro le negó tres veces, Jesús no le negó una nueva oportunidad. La diferencia entre Pedro y Judas es que Judas cerró el corazón a la reconciliación y entregó su esperanza. Pedro se arrepintió y aunque no pudo cambiar el pasado, pudo proyectarse en un futuro de esperanza. No permitas que un dolor transitorio y pasajero determine la totalidad de su mañana. No permitas que tu mañana sea esclavo de tu pasado. Abraza la esperanza y no la entregues por nada. Sentimientos pasajeros nos pueden hacer tripulantes de un viaje emocional que aprisiona. La esperanza, con destellos de gloria eterna, ilumina el alma y la encamina por sendas de virtud y de amor.
La pandemia no te tiene que enviar al panteón. Agárrate de la Esperanza. El temor, la ansiedad y la desesperación nos pueden enfermar y no hay distanciamiento social que lo evite. Ese contagio se da en la mente y en el corazón. El antídoto del temor es el amor de Dios. Es precisamente donde el temor nos puede hacer daño, en la mente y en el corazón, que opera con gracia divina el poder de nuestra esperanza que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. Nuestra esperanza nace en el Jesús que viendo a Pedro negándole, le buscó luego de resucitado. No le buscó para castigarlo. Lo buscó para levantarlo y devolverle la esperanza. Quien fue negado tres veces, tres veces le preguntó a Pedro si lo amaba y tres veces Pedro confesó su imperfecto amor. El perfecto amor de Jesús, que supera todas nuestras imperfecciones, es el terreno firme sobre el cual se construye nuestra esperanza. ¡No la entregues! Por el contrario, entrégale tu corazón, tus preocupaciones, tus necesidades y toda tu vida a quien te ama tanto que se dio por ti en la Cruz del Calvario.
No entregues la esperanza. Inspírate en la Palabra de Dios, Ama como Cristo y Sirve en Espíritu y en Verdad. Que así nos bendiga Dios, con su preciosa, siempre presente y siempre disponible esperanza.
Rvdo. Miguel A. Morales Castro
Pastor General ICDCPR