No se turbe vuestro corazón- Pan de Vida: 3 de abril
Muy amados en el Señor, el primer verspículo del capítulo 14 del Evangelio según Juan es muy conocido. Es el versículo dice en su inicio: “No se turbe vuestro corazón”. Aunque muchos lo conocen de memoria, me atrevo a decir que muy pocos conocen su contexto. Muchos ni siquiera se preguntan qué sucedió justo antes de Jesús decir esas palabras. Dicho en otras palabras, ¿qué es lo que provocó turbación en la mente de los discípulos? Nos ayuda grandemente leer los versículos previos:
36Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después. 37Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti. 38Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces. (Juan 13.36–38).
El contexto es la noche en que Jesús fue entregado. El versículo antes de Juan 14.1 lo que anuncia es que Pedro ha de negar tres veces al Señor. ¿Alguna vez le has fallado al Señor? ¿Habrá misericordia para quien falla? Jesús le había lavado sus pies, pero no eran perfectos. No había mucho tiempo para que fuesen hechos perfectos. Dios usa a gente imperfecta para que su perfecto plan se realice. En ese momento ellos no lo saben, pero en menos de 24 horas Jesús estaría colgando en una cruz. Por eso ellos no podrían seguir a Jesús en esta jornada, aunque más tarde se volverían a reunir en el cielo. No llegarían al cielo por ser perfectos, sino por el perfecto amor en Cristo que se ha puesto a sí mismo como el camino al cielo.
Este pasaje inicia con una sencilla pregunta que Pedro le hace a Jesús: ¿a dónde vas? A lo cual Jesús responde: “A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después”. Jesús siempre nos dice la verdad. Su Palabra es veraz. Por ello es que le dice que, aunque más tarde podrá estar con Él, en ese momento no lo puede seguir. Pedro no acepta esa contestación. No entiende el por qué Jesús no permite que le acompañe ahora. Quizás recuerda los diálogos de la mesa cuando Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar”. Razona que quizás Jesús no confía en él. Por lo tanto, afirma su propia integridad, su propia fortaleza y su propios méritos y dice: “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti”. En la mente de Pedro, él merece estar con Jesús por sus propios méritos. En su mente, él puede salvar a Jesús. Pedro ha ubicado el fundamento de su salvación en sus propios méritos y en lo que él mismo puede alcanzar con sus fuerzas. Cuando ubicamos nuestra fe en el fundamento equivocado, es fácil caer en turbación.
Pienso que Pedro pensaba que al Jesús escuchar de sus labios “Mi vida pondré por ti” le contestaría: “Amado Pedro, gracias por estar dispuesto a salvarme tu a mí”. O quizás: “A la verdad Pedro, que tú sí que eres tan bueno, que por ello mereces ir conmigo hoy a donde yo voy”. Pedro pudo haber pensado así porque realmente no sabía que Jesús se encaminaba a su Cruz. Pedro pudo haber pensado eso porque creía que como él era tan bueno, merecía lo mejor. Lo último que Pedro esperaba era recibir la contestación que Jesús le brindó: “¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces”.
La turbación llegó al corazón de Pedro y de los demás discípulos, literalmente, a horas de Jesús enfrentar la Cruz. Es malo enfrentar una crisis con turbación. Las crisis se deben enfrentar con mente clara y corazones dispuestos. Si hemos de vencer la presente prueba, nuestros corazones no pueden estar turbados. Si hemos de enfrentar esta crisis victoriosamente es porque Dios está con nosotros. Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
La intención de Jesús era llevar a Pedro y a sus discípulos al terreno firme de una convicción que les diese la victoria. A veces Dios permite una sacudida para llamar nuestra atención al camino correcto. Y el camino correcto está en nuestra total confianza en Jesús como nuestro Señor y Salvador.
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”. Justo antes de que enfrentasen la peor de las pruebas posibles, el Señor les pide que solo confíen en él. A pesar de que Pedro fallaría, la Palabra de Dios se cumpliría. A pesar de que Pedro lo negaría, Jesús quien conoce todas las cosas, sabía que Pedro al final pondría toda su fe y su confianza en Jesús. Dios mira más allá de nuestra fragilidad presente, porque nos mira en el Camino, a través de la Sangre del Pacto Eterno.
Esa noche de despedida Jesús les adelanta a sus discípulos que tendría que partir a la casa de su Padre Celestial. Iría a preparar lugar para ellos y para nosotros. Y si prepara un lugar, volvería a buscarnos para que donde Él esté, nosotros también estemos.
Ante la pregunta de Tomás sobre el camino para llegar allá, Jesús le dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Cuando nuestra fe y nuestra confianza está anclada en la Verdad de Dios, la turbación se transforma en consuelo, esperanza y paz. Dios puede cambiar el terreno inestable de una turbación al terreno firme del Camino Eterno.
El deseo de Dios no es la turbación en medio de la prueba. El deseo de Dios es la confianza de que Él nos llevará a toda verdad y a toda justicia. Como dice el Salmo 46.1-2: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar”.
Que no te invada el temor. Que no pierdas la esperanza. Inspírate en la Palabra de Dios, Ama como Cristo y Sirve en Espíritu y en Verdad. Que así nos bendiga el Señor.
Rvdo. Miguel A. Morales Castro
Pastor General ICDCPR