Bendice, alma mía, a Jehová- Pan de Vida: 26 de marzo
Muy amados en el Señor, uno de nuestros salmos preferidos y más significativos es el Salmo 103. En una encrucijada crítica en la salud de nuestro padre, el Rvdo. Miguel Ángel Morales, creyendo yo que él estaba muy cerca de su partida, me pidió que le leyese este importante salmo. Esa noche Dios hizo un inolvidable milagro en la vida de nuestro padre que marcó nuestro espíritu para siempre. El Salmo se inicia así:
“Bendice, alma mía, a Jehová y bendiga todo mi ser su santo nombre”.
¿Quién habla? ¿A quién le habla? Habla el salmista y el salmista le habla a su alma. Es un diálogo interno registrado en los canales divinos. Lo que decimos con la boca llega hasta la puerta. Lo que decimos con el alma, llega hasta el cielo. Es malo no poder comunicarnos con quienes nos rodean, pero no comunicarnos con Dios es nuestra perdición. Y el salmista habla consigo mismo a la vez que habla con Dios.
Hay asuntos que no hay que llevarlos ante la Junta de Control Fiscal. Muchos de los asuntos más importantes de la vida se resuelven en el corazón. Si alineamos el corazón, se alinea la vida.
Lo que ocurre dentro de nosotros, inclusive lo que hablamos para adentro, Dios lo escucha. Lo que decimos hacia adentro, afecta nuestras emociones. Cuando planificamos el mal, aunque no ha salido de nosotros, aunque solo es un pensamiento, nos hace daño. Soñar hacerle daño a nuestro enemigo nos hace daño. Soñar que lo perdonamos, nos hace bien. Cuando bendecimos el nombre de Dios, eso nos hace bien. Estar encerrados por una temporada es una oportunidad para esos diálogos internos que hemos pospuesto y que hacen falta para redirigir la vida hacia el propósito divino. Y Dios mismo se introduce en esos diálogos benditos.
La realidad de un Dios que se introduce en el alma y en nuestros sueños es parte de la revelación bíblica. Salomón soñó pedirle a Dios sabiduría y Dios se la concedió en su vida. Dios escucha nuestros sueños. De igual manera que Jesús podía escuchar lo que los fariseos cavilaban en sus corazones. Si hoy decidimos abrirle el corazón al Señor, Dios lo llenará de su gracia infinita porque Él responde a los sentires del alma.
Bendecir a Dios, ser agradecidos a Dios y expresar alabanza y adoración se inicia por dentro. Nosotros mismos nos podemos exhortar a reconocer a Dios y a bendecir su santo nombre.
El alma es el asiento de las emociones en el ser humano. El alma representa lo eterno, lo que no envejece en el ser humano. El alma es la persona en sí y lo que debe gobernar al cuerpo. Cuando el alma preside, todo el ser humano responde. ¿Qué es lo que gobierna tus emociones? Lo que sea la respuesta, eso es lo que preside y gobierna tu vida. En unos meses tendremos un ejercicio electoral en el país. Se ha de elegir quien ha de gobernar el país. No siempre nuestro voto podrá determinar quién estará en la Fortaleza, pero siempre podemos escoger cuál será nuestra fortaleza. Podemos determinar si nos ha de guiar a nosotros las emociones, la carne o el espíritu. Podemos escoger si vamos a ser unos amargados o si le vamos a endulzar la existencia a quienes están a nuestro lado.
El cerebro humano tiene entre 100 y 86 billones de neuronas. Se ha encontrado que la parte del cerebro que controla la comunicación tiene inherencia en el resto del sistema nervioso central. No nos debe sorprender que expresiones de odio o tristeza afecten todo el desempeño de nuestra vida. La gratitud nos eleva. La ingratitud nos deprime. Ser agradecidos es parte del plan de Dios. Bendecir el nombre de Dios es el deseo del Creador. El plan de Dios es para nuestra felicidad total. Pero nada sustituye el que nuestra alma bendiga el nombre del Señor, sin importar cuáles sean nuestras circunstancias.
Muchos de ustedes conocen la historia de un excepcional ser humano que se llama Nick Vujicic. Nick nació en Australia sin brazos y sin piernas. Ya es un adulto que sabe nadar, se hace su propio desayuno y que se dedica a dar conferencias de autoestima por todo el mundo. En una ocasión Nick le pidió a Dios que le diese manos y piernas, que hiciera un milagro en su vida. Dios le contestó diciéndole: Nick, tú eres el milagro. Desde entonces vive agradecido de la vida que Dios le ha dado. Vive una vida feliz y completa porque es agradecido de lo que Dios le ha dado. La vida es un regalo de Dios que nos permite bendecir el nombre del Señor.
No te quejes porque estás encerrado. No te quejes de lo que no tienes. Dale gracias a Dios por lo que te ha dado. Nadie quiere vivir con un quejoso. Pero es grato vivir con alguien agradecido. Pregúntele a cualquier mujer si quiere vivir con un esposo quejoso o con uno agradecido.
A los quejosos les es más fácil ver lo invisible – lo que no tienen – que dar gracias por lo que sí tienen. Debemos ser agradecidos y dirigir nuestra vida a lo positivo. “Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” ( 1 Timoteo 6.7-8).
La ingratitud tiene varias raíces malas. Una de ellas es no reconocer lo que ya tenemos. Se dice de un hombre que no le gustaba su casa. Le encontraba defectos a todo. Por esa razón, estaba siempre triste. Decidió venderla. Llamó a un buen realtor. Como se quedaría sin casa, comenzó a buscar otra casa para vivir. Un día, encontró en el periódico un anuncio que le impactó. ¡Qué cosas tan lindas tenía esa casa! Él dijo: “esta es la casa de mis sueños”. Llamó al número que estaba en el anuncio y por casualidad, era el mismo del realtor que lo estaba ayudando. Y, para su sorpresa, era su propia casa. Los ingratos no reconocen lo que tienen hasta que lo pierden. Los agradecidos reconocen a Dios hasta en sus pérdidas y en los encierros.
El primer versículo del Salmo 103 nos hace una exhortación a instruirle a nuestra alma a que bendiga el nombre de nuestro Dios todos los días de la vida. ¡Qué distintos y buenos son los días cuando los iniciamos alabando a nuestro Dios! Porque no importa los días en que vivamos, Dios está presente con sus bendiciones. Debemos reconocer a Dios en todos los días de la vida.
Hablemos con nuestra alma y ordenémosle que bendiga el nombre del Señor. Para lograrlo te invito a que te inspires en la Palabra de Dios, Ames como Cristo y a que Sirvas en Espíritu y en Verdad. Que así te bendiga el Señor.
Rvdo. Miguel A. Morales Castro
Pastor General ICDCPR