Blog del Pastor General-11 de julio de 2019
Muy amados en el Señor, la Revista de Educación Cristiana El Discípulo nos ha llevado a reconsiderar el Sermón Del Monte en los pasados dos domingos, y así lo haremos en los próximos tres domingos. El domingo pasado escuchábamos al Señor señalarnos que somos la sal y la luz del mundo. La sal y la luz no existen para sí, sino que se gastan influenciando a los demás. Las propiedades de la sal se desprenden de sí misma y llegan a modificar con su sabor a los alimentos. En ese sentido, la sal es un influencer. Ejerce una influencia con toda carne con que tenga contacto.
Yo recuerdo en nuestra juventud entonar un corito que decía: “Sal para dar sabor, sabor a cristiandad, mi tierra puertorriqueña sabor a Cristo te voy a dar”. Pero, ¿cuál es el sabor que da la cristianad y cómo es que nuestra presencia llega a cambiar la conducta y el pensamiento del que está a nuestro lado?
Una segunda característica de la sal es que preserva la carne y el pescado. En el tiempo de Jesús otros minerales presentes en el mar y en las minas de sal se confundían con la sal. Pero, al ser aplicados a la carne o el pescado no evitaban su corrupción. Eso era señal de que no era verdadera sal y era entonces desechada.
Imagínese lo que Jesús nos dice a nosotros cuando dice que nosotros somos la sal de la tierra. Dios nos ha puesto aquí para que nadie se pierda, para que no haya crímenes ni odio. Estamos aquí para que Puerto Rico no se pierda.
Esto de ser sal significa ejercer una influencia positiva en lo que nos rodea. En lugar de ser influenciados por lo que nos rodea, nosotros tenemos que influenciar con nuestro testimonio y con nuestra acción. La sal no funciona de lejos. No aplica por internet. Una foto de sal no le da sabor a nada y los recuerdos de la sal de otros años tampoco pueden preservar la sociedad. Hay que vivir siendo sal, y la sal no vive para sí, se da por los demás.
En la lección del domingo pasado Jesús dice que somos la luz del mundo. Lo primero que dice es que una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Esto tiene varios significados. En el tiempo de Jesús era como en el tiempo después de María, no había alumbrados en las calles. Las luces estaban dentro de las casas y se veían a través de las ventanas. La imagen es de en una noche ver a la distancia muchas luces pequeñas encendidas que marcaban un rumbo seguro para el viajero. La primera imagen es colectiva, es la suma de muchas luces pequeñas. Así es la iglesia del Señor. Todos somos importantes, todos somos necesarios y es importante mantenernos unidos y encendidos. Todos encendidos, trabajando, orando, adorando, asistiendo, seremos una luz en la montaña, una esperanza para el peregrino perdido.
Lo segundo de esa imagen es que no nos podemos esconder. El evangelio no es para esconderlo, es para proclamarlo. No se puede ser luz escondiendo que somos creyentes en Jesucristo. No nos podemos avergonzar de este Evangelio glorioso o no seremos luz.
Luego, Jesús dice: “Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.” Pensemos que estamos en la noche después de María, frente al comedor. Hay una vela en el medio de la mesa. Alumbra todo el comedor. Mientras más alta esté, más alumbra. Piense que está en la mesa y se cubre con un vaso de acero inoxidable. Ocurrirán dos cosas: la primera es que ya no alumbra y lo segundo es que la vela se va a apagar por falta de oxígeno. Esto es lo que Jesús está tratando de comunicar. La razón de ser de esa luz es alumbrar la casa. A la que deja de alumbrar, se va a apagar. El día que la Iglesia deje de ser luz, ese día nos apagamos. Mientras nos estemos consumiendo siendo luz para los demás, tendremos vitalidad. Algo que he aprendido en la pastoral, es que mientras más damos, más recibimos. Mientras más encendidos estemos, más crecemos. Contrario a la vela que se termina consumida, cuando la Iglesia alumbra se llena de potencia.
Para el próximo domingo, como parte del estudio del Sermón del Monte, estudiaremos los versos que dicen así: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno”. En la porción bíblica se pretende evitar las raíces de los males, antes que nos arrastren a perder nuestra identidad como hijos de Dios. Se le da un valor supremo a la ética del Reino de los Cielos, con la cual en efecto se cumple con toda la Ley de Dios.
En la semana comprendida entre el estudio de estos dos pasajes bíblicos Puerto Rico se ha visto sacudido por arrestos que apuntan corrupción gubernamental en los manejos del dinero destinados para el beneficio del pueblo de Puerto Rico. Al momento de elegir los pasajes no había manera de predecir los tristes eventos de esta trágica semana. No obstante, estamos convencidos de que Dios nos habla por medio de Su bendita Palabra.
En primer lugar, como Iglesia debemos confesar que no hemos evitado que la sociedad se corroa y se descomponga. Lejos de tirar la toalla de rendición, el llamado es a salir de las cuatro paredes y compartir a nuestros congéneres que la Esperanza de toda sociedad y de todo ser viviente se encuentra en la persona de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En ese esfuerzo debemos volver al primer amor de la búsqueda de la unidad del pueblo de Dios, porque una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Debemos dar sabor a Cristo y no a ideologías o a política partidista.
En segundo lugar, debemos buscar, señalar y condenar las raíces que nutren la corrupción gubernamental. Mejor es perder un ojo o una mano y que no se pierda la esencia de la vida. Recuerdo un querido hermano con una terrible infección en los huesos de una pierna. O se amputaba la pierna, o perdía la vida. Esa enfermedad infiltraría todo y lo consumiría. Fue un momento de definición para mi hermano. O perdía la pierna o perdía la vida. Gracias a Dios, escogió la vida y le pudimos volver a ver tocando el cuatro en los cultos y alegrar los eventos con su música. Puerto Rico está en un momento en que debe definir si quiere seguir aguantando la enfermedad de la política partidista o si buscamos volver a llenar de honra el servicio público.
Me siento orgulloso de ser Discípulos de Cristo en Puerto Rico. Soy parte de una iglesia que no se quita y que no ha cedido en su empeño de ser luz. Tenemos cientos y cientos de servidores públicos que son sal y luz en sus lugares de servicio. Hay que defenderlos y hay que orar por ellos. Tenemos servidores de Cristo en todas las industrias en toda la Isla. Llevan en su ética de trabajo las marcas de Cristo y se destacan por su integridad. Tenemos un extraordinario Cuerpo Ministerial que brilla cada día con sus excelentes ejecutorias. Y hoy doy gloria a Dios porque se está levantando una poderosa juventud que desea influenciar con su presencia, labor y testimonio el poder del Evangelio. Aunque las cosas no están tan buenas, tengo esperanza, porque nuestro Redentor vive y todavía hay Iglesia para compartir las Buenas Nuevas.