La bondad de Dios supera su enojo
«4Canten al Señor, ustedes sus fieles; alaben su santo nombre. 5Porque solo un instante dura su enojo, pero toda una vida su bondad. Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría.» Salmo 30.4-5 (NVI)
Todos/as tenemos que tener en nuestros labios un cántico de alabanza al Señor que salga de lo profundo de nuestro ser. Lo exaltamos por ser el Señor de todo lo creado. Solo por eso, merece la adoración sincera de Su Pueblo. También, porque interviene en todos nuestros asuntos e incluso nos salva y libra del hoyo de la muerte. Lo engrandecemos porque Su bondad es ilimitada, mientras su enojo tiene un límite corto. Son las circunstancias más difíciles que afrontamos, las que nos ayudan a descubrir la inmensidad de la bondad de Dios. No obstante, son tantas las veces que desobedecemos los mandatos de Dios, que nuestra conducta no glorifica al Dios que nos creó, que no tendríamos escapatoria si su ira fuera ilimitada. Alabamos a Dios porque Su esencia es el amor y por tanto extiende Su bondad y Su cuidado hacia toda Su creación. Siempre está dispuesto a extender Su favor en medio de toda situación que manifiesta nuestra fragilidad y vulnerabilidad. Nos hace sentir Su ternura a pesar de nuestra condición humana que nos mueve a errar constantemente. Su bondad es tan extraordinaria que dice el salmista que nuestro llanto dura solo una noche y por la mañana hay gritos de alegría. Pienso que, al amanecer de un nuevo día, Él nos provee de nuevas oportunidades que nos dan contentamiento. En medio de la dualidad de la vida que oscila entre dolor y alegría, sabemos que el Señor está disponible para sustentarnos y darnos Su favor aun sin merecerlo.
Oración
Señor, gracias por el amor incondicional que viertes sobre Tu creación. Gracias porque no te enojas para siempre y por ello, frente a cada caída nos das muchas oportunidades de levantarnos. Ayúdame a valorar ese amor y a luchar porque nuestra vida sea una alabanza a Ti. Amén.