Consolados para consolar

20 de septiembre de 2017

Job 5-7

 

«19 ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada, Y no me soltarás siquiera hasta que trague mi saliva?  20 Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a ti, oh Guarda de los hombres? ¿Por qué me pones por blanco tuyo, Hasta convertirme en una carga para mí mismo? 21 ¿Y por qué no quitas mi rebelión, y perdonas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo, Y si me buscares de mañana, ya no existiré.  Job 7.19-21 RVR60

 

En los momentos más complicados de la vida, cuando nuestras fuerzas parece que se acaban, la esperanza se nos esfuma y la fe parece languidecer, podemos hacer cosas o tener pensamientos que tal vez no nos hagan sentir tan orgullosos.  Las personas en crisis mayores viven instancias que de otra manera no experimentarían.  Job vive un momento profundamente intenso, sus hijos han muerto, su esposa le cuestiona su integridad, está enfermo con una condición desesperante y sus más allegados lo miran de lejos.  En este momento se encuentra respondiendo cuestionamientos de aquellos tres amigos que llegaron, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, a condolerse de él y su desgracia.  En ese momento de profundo dolor, hay preguntas sin responder, pensamientos del corazón que no habrían estado sino estuviera viviendo aquel instante, creo que no era su mejor momento, la presencia de estos compañeros es posible que fueran gratos para Job.

En situaciones de crisis mayores podemos caer en depresión si no tenemos las herramientas necesarias para poder enfrentarlas.  Conocimos a una joven dama que pastoreamos, tenía una hermosa hija de cinco años que enfermó y murió en cuestión de varios días.  La acompañamos en el funeral de su hija junto a su familia; de ella aprendimos varias cosas importantes.  Su fe inquebrantable, en su dolor, fue una lección de fidelidad y un modelo para toda una congregación que estuvo con ella.  Luego, en el proceso de luto y dolor, en muchas ocasiones le atendimos, tanto mi esposa como yo.  Había largos momentos de conversación, de escuchar y responder.  En un momento determinado, mientras mi esposa le exhortaba a seguir adelante, ella tuvo un brote en su crisis y le dijo a mi esposa: “como tú tienes tus hijos ahí, por eso puedes hablar así, yo no tengo nada”.  Qué lección.

Poder acompañar a otros, requiere una alta sensibilidad y empatía de aquellos que lo hacemos.  Tengamos cuidado, no sea que en vez de consolar añadamos dolor, en vez de abrazar hiramos y en vez de ser solidarios, parezcamos que somos super poderosos, o tan espirituales, que no podamos consolar a otros.  Creo que la gente quiere sentir el amor, la compasión y empatía de aquellos que pretenden acompañarle.

“Job no necesitaba a alguien que juzgara, sino que lo amara”.

Oración

Dios grande y poderoso, que Te compadeces y que tienes misericordia de nosotros, Te pedimos que nos ayudes para poder acompañar a aquellos que pasan por algún momento difícil y que seamos instrumento de Tu paz, en el nombre de Jesús.  Amén.