Intrigas de palacio
29 de junio 2017
«Saúl le dijo a David: Te voy a dar como esposa a Merab, mi hija mayor, con la condición de que me seas un guerrero valiente y pelees las batallas del Señor. Saúl pensaba que no necesitaba matarlo él personalmente, sino que de ello se encargarían los filisteos». 1 Samuel 18.17 (DHH)
Se han escrito libros por personas que trabajaron como empleados de carrera en mansiones, edificios de gobierno y palacios de la realeza. En ellos se recogen detalles de lo que ocurría internamente en esas dependencias y que era desconocido por el público, incluyendo los votantes que llevaron esos funcionarios a esos puestos.
Saúl maquinó estratagemas para matar a David. Era una clara evidencia de su vertiginosa espiral descendente. En este caso está dispuesto a utilizar, inclusive a su hija, para lograr su plan malvado.
Dios no lo permitió. Siempre que salía a la batalla, David regresaba victorioso. Sabía que Saúl lo exponía al frente con la clara intención de que lo mataran. El regreso enfurecía más a Saúl.
Donde hay humanidad, hay dificultad… Los creyentes estamos expuestos a las intrigas de oficina y de talleres de trabajo. Y si nos descuidamos en nuestro estilo y llamado de vida, nos convertimos en protagonistas de las intrigas. Eso contribuye a un ambiente desagradable y malsano, con consecuencias muy perjudiciales para el taller de trabajo y para nosotros mismos.
Si nos mantenemos en sintonía con la dirección del Espíritu Santo y su acción de llevarnos a la verdad no seremos ni protagonistas ni propulsores de intrigas. Nuestro rol es comunicar la palabra sabia, edificadora y sanadora. Por eso nos ubica el Señor en el lugar donde laboramos.
Oración
Señor, hazme un instrumento de Tu paz. Que donde haya donde odio, ponga el amor, donde haya ofensa, ponga el perdón, donde haya discordia, ponga la unión. (Fragmento de la Oración de Francisco de Asís)