“Alabando, orando y sanando al herido”
19 de enero de 2017
¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Santiago 5:13-14 (RV 60)
Una misionera enfermó mientras se encontraba lejos de su casa y su familia. En su aflicción, oró a Dios. Un día recibió un envío de varias cajas de avena que no había pedido. Lo único que tenía era leche, así que con estas dos cosas se alimentó por muchos días. Relató su experiencia a un médico y este le dijo: “Dios oyó su oración, pues para su enfermedad se recomienda como único alimento y medicina, precisamente avena. Así que, Dios, providencialmente, le proveyó el remedio más apropiado.”
Dios siempre escucha la oración y siempre llega a tiempo. Y una de las formas que utiliza para alcanzar a aquél que está en necesidad o aflicción, es Su iglesia.
Santiago conocía esto y estaba muy preocupado por sus lectores, pues, al parecer, aquel grupo de creyentes estaba siendo distraído por actitudes, conductas y pensamientos que eran una amenaza para el desarrollo de una iglesia saludable y sanadora. Las luchas de poder, el favoritismo, las disputas internas y la falta de sabiduría, eran algunos de los obstáculos para que aquella iglesia no lograra alcanzar al necesitado.
Por ello, Santiago les insta a dejar todo a un lado y gozarse y alabar a Dios si alguno estaba “bien”. Y si alguno atravesaba alguna aflicción o dificultad, el consejo era que fueran a Dios en oración. También, les instaba a ministrar a todo “enfermo”.
El término utilizado, para referirse al enfermo, “astheneo”, significa “débil” ya sea emocional, espiritual, física o mentalmente. En otras palabras, el llamado que se hace a esta iglesia es a ser el instrumento de Dios para llegar al afligido, pero también las manos que levanten al caído, débil o necesitado.
Como creyentes, no podemos darnos el lujo de perder nuestras energías y tiempo en otra cosa que no sea ministrarnos y acompañarnos los unos a los otros, ya sea en tiempo de gozo o en tiempo de necesidad. A eso, nos ha llamado el Señor. Y unos de los instrumentos más poderosos para lograrlo, es a través de la oración.
Oración
Amado Dios, bendito sea Tu nombre para siempre. Te pido, Señor, que cada día me ayudes a ser Tus manos y Tu voz. No permitas que nada ni nadie me desvíe de Tus llamados y Tus propósitos. Ayúdame e inspírame, fortaléceme, para que pueda ser sostén, guía y aliciente al débil y necesitado con Tu ayuda y la unción de Tu Espíritu Santo. Amén.
Autor: Migdalis Acevedo