Soberano Dios

14 de septiembre de 2016

Romanos 9.14-33

 

«Qué más les puedo decir.  Que, aunque la gente de otros pueblos no estaba haciendo nada para que Dios lo aceptara, él los aceptó porque confiaron en él.  En cambio, los israelitas fueron rechazados, porque trataban de cumplir la ley para que Dios los aceptara» (Romanos 9.30-31 TLA).

¿Cuál es tu apellido?  ¿De dónde es tu familia?  ¿Alguna vez has sido rechazado, rezagado y tal vez hasta oprimido por no cumplir con las expectativas sesgadas de otro u otros?

El apóstol Pablo confronta a los judíos y su concepto de la soberanía de Dios haciendo uso de la retórica.  Hace preguntas y usa referencias escriturales para revelación de verdad y un entendimiento del propósito de Dios, más allá de los prejuicios.  Los judíos se concentraron en la Ley de Dios, pero se olvidaron del Dios de la Ley.  Se desviaron y “tropezaron con la piedra de tropiezo” y desarrollaron un falso concepto de sí que les impidió ver que Cristo es el cumplimiento de la promesa.  Que Jesús es aquél de quien sus padres profetizaron.

El evangelio de Juan nos comparte el señalamiento hecho a su pueblo.  «A los suyos vino y los suyos no le recibieron».  Otra versión lo expresa con mayor claridad, «La palabra vino a vivir a este mundo, pero su pueblo no la aceptó».  Los evangelios son un testimonio elocuente del rechazo a Jesús.  «¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?  ¿No es éste el hijo del carpintero?  ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas?».

Desconozco tu nombre y tu apellido.  De dónde es tu familia o si conoces a alguien que te sirva de referencia.  Pero hay una buena noticia.  Dios te conoce a ti y a mí.  Nos vincula en Jesucristo, a través de Su sangre, y en la fe somos justificados para salvación.  «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios».  La soberanía de Dios nos alcanza con brazos de misericordia y expresa su voluntad más allá de nuestros vínculos familiares.

Dejemos atrás las malas costumbres que buscan establecer los vínculos de exclusividad como referentes para la relación y la oportunidad.  Afirmemos la fe que nos hermana en la sangre de Cristo y hace provisión para salvación de nuestras vidas.  Vivamos en el misterio de la soberanía de Dios, que, teniendo todo el poder, escoge el camino de misericordia para mostrar Su omnipotencia a favor de los humildes de corazón.

 

Oración

Dios de misericordia, ayúdanos a no caer en la tentación de negarle a otros lo que en Tu soberanía y gracia has obsequiado.  Quebranta en nosotros toda altivez de espíritu que se oponga a Tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo.  En el nombre de Aquél, que es camino, verdad y vida, Jesús, el Cristo.  Amén.

Autor: David Cortés