Tres razones para celebrar el Día de las Madres
Muy amados en el Señor, la Biblia en Proverbios pregunta: “Mujer virtuosa, quién la hallará”. Pues muchos, sin buscarla, fuimos hallados en sus tiernos brazos por la gracia de Dios al nacer. El exquisito perfume de su singular amor ha llenado la vida con aromas de la gracia divina. No hay tinieblas en sus cariños, solo destellos de la gloria de Dios; no hay defectos en su desprendido afecto, solo hay bendición y gracia en el amor que Dios ha perfeccionado en su sensible corazón y en los tiernos cuidados de sus gratas manos.
Las madres cristianas otorgan mucho más que vida biológica, llenan de esperanza y fe el alma, y su legado dura toda la vida. Una madre de rodillas es más poderosa que cualquier emperador de esta tierra. En fin, por todo lo que ustedes nuestras amadas madres representan para nosotros, queremos felicitarles, reconocerles y pedirle al cielo que siempre les sustente con su infalible poder.
Alguien ha dicho, quizás con muy buena intención, que todos los días son días de las madres. Ello pudiera traer el error de pensar que entonces es equivocado separar un día en especial para reconocer a nuestras queridas madres. En respuesta a ello, quisiéramos exponer tres razones, no exhaustivas, por las cuales se debe, en efecto, celebrar el Día de las Madres.
1. Es un evento extraordinario para celebrar un amor extraordinario: Todos los días son de Dios. No obstante, la Biblia designa el domingo como “el día del Señor”. Una cosa no excluye la otra. Por el contrario, una afirma la otra. Dios conoce nuestra condición. Necesitamos ser recordados periódicamente de nuestros deberes. Nuestra naturaleza fácilmente olvida o da por sentado asuntos que son transcendentales al alma.
Recordar en gratitud es parte del verdadero espíritu de esta celebración. No hubo una cigüeña que nos trajo por las nubes, ni fue un hada madrina quien pasó las noches en vela cuando nada podíamos hacer en nuestro favor. El cuidado y la atención a nuestras más terrenas necesidades fue suplido por el amor que celebramos. ¡Hay que celebrarlo! La misma naturaleza nos enseña que es un amor extraordinario con visos de divinidad, esto es, hay algo muy de Dios en ese afecto maternal. Por lo cual es apropiado separar un día en especial para dedicárselo, reconocerlas y agradecerles su sin igual amor.
2. Es algo que Dios espera de nosotros: La Biblia es clara al instruir al ser humano a reconocer, honrar y bendecir a nuestros padres. Es un mandamiento con promesa de vida para quien honra padre y madre. Es el ejemplo recibido por nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien aun en su momento final tuvo cuidados y ternuras para con María.
En ese sentido, y retomando la frase aquella de que “todos los días son días de las madres”, un error más malo que el primero fuera pensar que con solo dedicarle un día al año estamos cumpliendo con lo que Dios espera de nosotros. Lo que Dios espera es que las amemos, las honremos y las cuidemos todos los días del año. Al celebrar el Día de las Madres, se conjuga el esfuerzo de todo un año, en expresión de gratitud por lo recibido con el don de la vida y por toda la vida.
Creo que Dios espera que nosotros le demos gracias a Él por habernos dado un don tan precioso como el de una madre. Recordamos la historia de una madre cruzando las montañas al sur de Inglaterra. Una terrible nevada le sorprendió en el camino. Tan pronto las condiciones del tiempo lo permitieron, las cuadrillas de rescate se dieron a la tarea de encontrarla. La encontraron muerta, semi enterrada en la nieve. Observaron que se había quitado casi toda su ropa para envolver a su bebé, a quien encontraron vivo en sus brazos. Ese niño, David Loyde George llegó a ser uno de los más extraordinarios Primer Ministros que Inglaterra haya jamás tenido. Lo alcanzó por el poder del amor de una madre. Es un amor que todo lo da sin esperar nada a cambio. Su recompensa es conocer que han traído vida al mundo. Es correcta la expresión “dar a luz” cuando hablamos del acto biológico de la maternidad, porque en efecto lo que nuestras madres hacen es darle luz a un mundo obscuro sediento de amor.
3. Siempre las podremos honrar, pero no siempre las tendremos: Tomás Edison dijo: “No tuve a mi querida madre por mucho tiempo, pero su excelente influencia me cubrió por toda una vida. Los beneficios de mi temprana crianza por ella, nunca los podré perder. De no haber sido por su fe en mi persona en una etapa crítica en mi vida, jamás hubiera podido ser inventor. Siempre fui un niño descuidado, y de haber tenido una madre de otro calibre mental, yo hubiese terminado siendo una mala persona. Pero su firmeza, su dulzura y su bondad fueron fuerzas poderosas que me mantuvieron en el buen camino. Mi madre fue mi inventora. Su memoria siempre será una bendición”. Creo que Tomás Edison honró a su madre, aunque ya ella hubiese partido cuando él escribió estas palabras. Es que nuestras madres siempre ejercerán una poderosa influencia en nuestras vidas, aun después de haber partido. El honrarlas es asunto pertinente a todo ser humano entre tanto que tengamos vida. Pero que grato es poder aprovechar el tiempo en que aun las tenemos con nosotros. En ese sentido, es importante entonces celebrar aunque sea anualmente un día en el cual como pueblo y sociedad les reconozcamos. Ese espacio de tiempo debe ser aprovechado por cada uno de nosotros para hacerlas sentir bien, honrándolas como Dios espera de nosotros.
Finalmente, uno de los privilegios y alegrías de pastorear a Buena Vista, fue haber conocido el Hno. Eliezer Narváez, hijo del Rvdo. Herminio Narváez. Creo que de todos los Narváez, Eliezer fue el más inteligente. Y todos los Narváez son muy inteligentes. Filólogo, profesor de literatura española en la UPR, Eliezer fue todo un intelectual. Pero al filo de sus días, supo discernir cuál fue el mejor tiempo de su vida. Yo me enteré cuando le pedí que escribiese algo con motivo del Día de las Madres en el año 2006, para el periódico de la tercera edad, Añoranzas. Esto fue lo que escribió:
Ápice de una añorada añoranza
El haber disfrutado de una larga e intensa vida me capacita para resaltar un cúmulo de recuerdos: (familiares, religiosos, laborales, y…por qué no? amorosos).
De toda esa inmensidad, dichosa y portentosa, destaco una: el cariño amoroso y profundo que experimenté en la corta vida que tuve con mi madre: (solo tenía trece años, diez meses y veinticinco días cuando la perdí), pero aun añoro cuando todos, mi padre y mis hermanos nos sentábamos a la mesa para disfrutar de sus cuidados y dar gracias a Dios por tener la dicha de su caudaloso amparo.
Aun siento a mi madre respirando sobre mis hombros cuando sacaba de su tiempo para espulgarme. Añoro todo lo de ella, inclusive la vieja y destartalada casona que nos servía de albergue: un hogar de eminente pobreza, pero símbolo de riqueza espiritual y de amores entrañables: ¡Nunca ha habido nada mejor que eso!
(Dr. Eliezer Narváez Santos en memoria de su querida madre María Santos Colón)
El tiempo más maravilloso de toda su vida lo vivió en aquella vieja y destartalada casona. Quizás no la valoró en su juventud, pero cerca ya de encontrarse con Su Creador, Eliezer se dio cuenta de que no hubo mejor casa que aquella. Y nada superó estar bajo el tierno cuidado de su madre. Quizás el día en que su mamá lo sentó para espulgarlo, a Eliezer le pareció desagradable. Quizás pensó en lo triste que era su vida, mientras sus hermanos jugaban, él tenía que estar sentado a los pies de su madre. Pero con la sabiduría de los años, logró aquilatar la vida y se dio cuenta que no hubo nada mejor que eso.
No se puede ser agradecido si primero no reconocemos lo que tenemos, y todo lo que tenemos es un regalo de Dios. Celebremos el regalo de maternidad con agradecimiento y recibiendo la bendición del Señor. Que así nos bendiga Dios.
Rvdo. Miguel A. Morales Castro
Pastor General
Mayo 2019