¡Reconciliados!

20 de abril de 2017

Levítico 15 y 16

«Después degollará el macho cabrío como expiación por el pecado del pueblo, llevará la sangre detrás del velo adentro…». Lv 16.15a (RV95)

 

Moisés recibe las instrucciones de parte de Dios para que una vez al año se celebre el día de la expiación el día diez del séptimo mes.  Ese día la comunidad completa se humillaría presentándose a Dios y se realizarían ceremonias y sacrificios para limpiar los pecados para recibir el perdón de Dios.  Primero, Aarón tendría que hacer sacrificio por sus propios pecados y los de su familia, luego lo haría por el pueblo.  Los primeros sacrificios se harían detrás del velo, en el lugar santísimo donde solo podía entrar el sacerdote una vez al año y donde se manifestaba la presencia de Jehová.  Todo se haría de manera solemne, pues sería día santo de reconciliación con Dios.

Siglos después, Jesucristo es el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1.29).  Él es aquel que no teniendo pecado decide voluntariamente y por amor dar Su vida para volverla a tomar (Jn 10.18).  Jesucristo, por Su sacrificio en la cruz, hizo posible que se rompiera todo obstáculo de salvación.  Símbolo de ello es el rompimiento del velo del templo que dividía el lugar santo del santísimo (Mc 15.38).  Así, por medio de Cristo, toda persona tiene acceso directo a la reconciliación con Dios.  Ya no es necesario un sacerdote, tampoco sacrificios de animales.  ¡Jesús es la puerta!  El que por Él entrare será salvo (Jn 10.9).

 

Oración

Dios, en humildad reconocemos que somos pecadores y Te pedimos perdón.  Gracias porque Tú no desechas a nadie y la acción redentora de Cristo nos da la oportunidad de la reconciliación (Jn 3.16-18).  Ayúdanos a resistir la tentación y a mostrar en todo que somos Tus hijos, viviendo una vida de santidad contigo y para con los demás.  En el nombre de Jesús.  Amén.