Que SÍ y que NO

19 de junio de 2017

Jueces 19-20

«Pero ellos no lo quisieron oír.  Así que el levita tomó a su concubina y la sacó.  Aquellos hombres entraron a ella, abusaron de ella toda la noche hasta la mañana y la dejaron cuando apuntaba el alba…  Y las tribus de Israel enviaron hombres por toda la tribu de Benjamín, diciendo: “¿Qué maldad es esta que ha sido hecha entre vosotros?»  Jueces 19.25; 20.12 (RV 95)

El libro de Jueces muestra la depravación moral, espiritual y de violencia del pueblo de Israel en los momentos del asentamiento en Canaán.  La historia del levita y su concubina y la guerra de las tribus contra la tribu de Benjamín lo muestra.  Aun así, hay atisbos positivos en la historia: la hospitalidad que vemos en el anciano al recibir al levita y su concubina, y la acción de varias tribus de orar a Dios para pedir dirección ante el problema.  Pero al igual que en Génesis 19, en este relato se observa la falta de hospitalidad, el patriarcado, la violencia, la no valoración de la mujer y su uso como objeto de posesión para seguir pasiones desordenadas (violación y asesinato).  Los benjaminitas no aceptaron su culpabilidad y se negaron a la justicia, como consecuencia surge la guerra civil entre las tribus, muriendo más de 100 mil personas.  El pueblo del pacto estaba sin ley y sin dirección, con valores que no eran los que fueron dados a sus antepasados en el desierto y que debían seguir las próximas generaciones.

Estos textos difíciles en la Biblia sirven para enseñarnos.  El alejamiento de Dios trae consecuencias nefastas para las personas, familias y naciones.  Estas “historias de horror” están con un fin pedagógico y sirven para NO reproducirlas, dándonos ejemplos de lo que debemos hacer: valorar la mujer y a todo ser humano; controlar las malas pasiones teniendo dominio propio; buscar de Dios reconociendo cuando pecamos y arrepintiéndonos para corregir; hacer justicia a los necesitados y oprimidos; y no dejarnos llevar por la violencia.

Oración

Perdónanos, oh Padre Dios cuando fallamos, que podamos reconocer con corazón contrito y humillado nuestros pecados y arrepentidos permitir que Tu Santo Espíritu transforme nuestra mente para vivir Tus valores y para hacer bien a los demás, pues esto es lo que a Ti te agrada.  En el nombre de Jesucristo, Tu Hijo y nuestro ejemplo.  Amén.