Que no se nos escape ni uno(a)…

1 de septiembre de 2016

Romanos 1.1-15

 

«… y por quien recibimos la gracia y el apostolado para conducir a todas las naciones a la obediencia de la fe por amor de su nombre» (Romanos 1.5).

 

Desde niña, asisto a la Iglesia Discípulos de Cristo.  Mi infancia estuvo marcada por personas maravillosas que sembraron en mí la semilla de la fe.  Recuerdo las escuelas bíblicas del culto dominical, el coro de la niñez, la sociedad de juveniles y cómo olvidar los encuentros de verano, entre otras experiencias que contribuyeron en el crecimiento y desarrollo de mi vida cristiana.  En cada escenario eclesiástico hubo personas que con amor me enseñaron a ser obediente a la fe.  Con abrazos, exhortaciones, y en ocasiones con reprimendas, cumplieron con la responsabilidad de enseñarme a ser discípula de Cristo.  Este es un ejemplo del apostolado del cual Pablo hace referencia en el texto.  Somos servidores y mensajeros del Reino.  A través de Jesucristo somos capaces de llevar fruto a través del anuncio de las buenas nuevas de salvación.  Este es el gran oficio cristiano, que podamos conducir a otros y otras a Cristo con amor y por amor a Él.

Mi anhelo es que podamos ser como esas personas que asumieron la responsabilidad de guiarme en el camino hacia Dios desde mi niñez.  Hay muchas personas que necesitan experimentar el amor de Cristo, desde el más joven hasta el más anciano.  Ante el futuro incierto que estamos enfrentando como país, tenemos que anunciar al Dios de paz y de toda consolación como la esperanza de nuestra vida.

Así que, ¿A cuántos le hemos hablado de Cristo en estas últimas semanas?  ¿Podríamos identificar algunas personas que podamos acompañar y apoyar en sus procesos de vida?

Dios desea que todos y todas procedamos a la obediencia de la fe por amor a Él.  ¿Sabía usted que la Biblia está llena de invitaciones maravillosas?  Las invitaciones más extraordinarias no vienen en sobres o cajas decoradas con cintas o en galletitas de la suerte.  Dios nos invita a seguirle.  No pospongamos el recibir esta gran invitación.  Todos y todas somos convidados a abrazar al Dios que nos ama.  Debemos responder como voceros y anunciar las buenas nuevas de Salvación.  Nuestra meta cristiana deberá ser “Que no se nos escape ni uno(a)” sin hablarles de Jesús.

Oración

Dios poderoso, gracias por amarnos.  Oramos por cada persona que, comisionada por Ti, ha sembrado en nosotros la Palabra de vida.  Agradecemos los consejos, las enseñanzas y el testimonio de la gente que nos ha influenciado con su ejemplo.  Rogamos que el Espíritu Santo nos ayude a compartir las buenas noticias.  Y que la gracia de Dios sobre nosotros nos impulse a contar las grandes maravillas que has realizado en nuestras vidas.  ¡Amen!

Autor: Gina Marrero