Padres en Espíritu y en Verdad

Muy amados en el Señor, la verdadera paternidad es cosa del espíritu y no de la carne.  Esto lo puntualiza claramente la Biblia en los dos Adán. En ambos se define que la paternidad no radica en la carne, sino en el espíritu.  Dios es el Padre de Adán y en su nacimiento no medió la sexualidad. Dios es el Padre de Jesús y en su nacimiento tampoco medió la sexualidad.  Jesús nace de María bajo la tutela de José, porque Dios quiso que el carácter de su Hijo se formase bajo el calor y la actividad nutridora del alma de una verdadera familia.  En el Evangelio los verdaderos padres son los que crían a los hijos de Dios.

Más aun, Jesús define algo de la paternidad cuando habla de los hijos de Abraham.  Juan 8.39-47 dice:

«Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham.  Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.  Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham.  Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.  Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.  Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió.  ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer».

Los hijos verdaderos, tenemos verdaderos padres.  Un padre verdadero es aquel que deja un legado moral, y espiritual, que no solo le sobrevive, sino que es parte esencial del resto de la vida del hijo.  No hay mejor modelaje de lo que debe ser la relación de un padre y un hijo, que la relación de Jesús con el Padre Celestial.

El que me ha visto a mí, ha visto al Padre

En el caso de Jesús, esa frase significó solamente cosas buenas por dos razones: 1) el Padre Celestial es bueno, y 2) Jesús era «el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia».  Es inspirador tener un buen ejemplo.  Como ya hemos dicho, los buenos ejemplos sobreviven a lo terrenal.  Los buenos ejemplos reproducen en los hijos cosas buenas. San Juan 5.19 dice: «Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente».  Había una comunicación profunda, y un buen ejemplo en el Padre.

Si bien es cierto que es grato que un hijo pueda reproducir la vida de un buen padre, es desastroso cuando el ejemplo es uno malo.  En una prisión de Nueva Inglaterra se encontraron 600 jóvenes presos. Se halló que en el 60% de los casos uno de sus padres o ambos se emborrachaban.  El 75% de los casos provenía de familias permisivas, sin controles o supervisión. El 70% de ellos venía de familias que no se reunían o donde no existió actividad familiar significativa en sí.  En el 100% de los casos no hubo altar familiar o asistencia regular a la Escuela Bíblica. Hoy más que nunca debemos aquilatar la importancia de las relaciones familiares en Puerto Rico, muy especialmente cuando la falta de comunicación, la intolerancia y la agresividad de la vida pública lo que refleja es la crisis que existe en el seno familiar.  Es en el recinto sagrado del hogar donde se cultivan los principios y valores que nos humanizan, y que nos enseñan a valorizar adecuadamente al prójimo. Es en la familia donde aprendemos a escuchar y a dialogar con respeto y, sobre todo, donde se implantan los valores del Reino de los Cielos que deben sazonar con gracia y poder de Dios nuestra tierra borinqueña.

Los padres se honran en la vida y en la muerte

La Biblia pide que honremos a nuestros padres, y enseña que ello engendra bendición.  Y podemos honrarles aún más allá de su muerte. No hay que ser alcalde para dar un buen ejemplo, o para darles a nuestros hijos lo que necesitan para triunfar en la vida.  Reconocer la aportación de un padre y, por ello, honrarles, requiere sabiduría. El padre del décimo sexto presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln era un zapatero.  Un día después de ser electo como presidente de los Estados Unidos, Lincoln estaba dictando una conferencia ante el Senado y allí había algunos senadores que detestaban a Lincoln.  Cuando él comenzó la conferencia, un senador comenzó a burlarse de él diciendo: «Es increíble que una persona como usted, haya sido electo como Presidente de la Nación. Pero nunca se olvide que su padre era un zapatero.  Algunas veces su padre nos reparó nuestros zapatos, y los zapatos que tengo puestos también los hizo su padre». Al escuchar la burla, Lincoln puesto en pie cerró los ojos y cuando abrió los ojos estaban llenos de lágrimas, y mirándoles a cada uno le contestó: «Gracias senador, por su comentario, pues me ha hecho recordar el rostro de mi padre.  En verdad mi padre fue un excelente zapatero y yo nunca podría superar su habilidad. Sin embargo, trato y me esfuerzo mucho para superar la grandeza de mi padre. Mi padre realmente elaboró muchos zapatos para personas nobles, y algunos de ustedes los llevan puestos. Si se sienten incómodos, les ruego que me lo hagan saber y con mucho gusto los repararé, aunque yo no podré competir con mi padre que ya está muerto».  El salón quedó en silencio como si les hubieran echado un balde de agua fría. Ellos habían pensado que Lincoln se avergonzaría de su padre, pero él expresó su respeto y honra hacia su padre. Respetar a los padres es la honra que pide la Biblia. Por casi 27 años he tratado de llenar, en lo que pueda, los zapatos del Rvdo. Miguel Ángel Morales Ruíz y he tratado de vivir conforme a los valores que sembró en mí. Espero un día volverle a ver.  Ese día estaré al lado de los que son Padres en Espíritu y en Verdad

 

Que así nos ayude Dios.

 

Rvdo. Miguel A. Morales Castro

Pastor General

Junio 2018