¡Nunca más!

3 de enero de 2017

Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados, y de sus iniquidades.  Hebreos 8.12 RVR

¡Que maravillosa noticia!  Por medio de Jesús, quienquiera que crea en Él, recibirá la remisión de los pecados.  El pecado puede ser quitado, la mancha que parecía indeleble puede ser lavada, hasta que todo sea blanco como la nieve, por medio de la preciosa sangre de Cristo.

Cuán bueno es el Señor que usa el lenguaje que es corriente entre nosotros, y nos diga: “Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones”.  Él quiere que sepamos que Su perdón es tan verdadero y profundo, que equivale a un absoluto olvido, una total amnesia.

El ser humano almacena experiencias en su mente.  Convierte su memoria en una especie de almacén, y allí los recuerdos son preservados para ser usados en muchas ocasiones para traer culpa y vergüenza a nuestra vida.  Pero éste no es el caso de nuestro Señor.

La memoria del Padre misericordioso no medita en los agravios que hemos cometido.  Si hemos acudido apresuradamente a Cristo buscando refugio, el Señor nunca más se acuerda de nuestro pecado.  El registro de nuestra iniquidad es borrado.  Las transgresiones de Su pueblo están muertas y enterradas con Cristo, y nunca tendrá de ellas memoria.

No me acordaré de sus pecados.  Él no te pondrá en la segunda clase de cristianos, ni te tratará con un amor correspondiente a una segunda categoría.  El Señor toma al pecador, lo restaura, y lo usa para Su gloria.  ¿No es esto una prueba de que ha cesado de recordar sus pecados?  Cuando pienso en Pedro predicando en el Día de Pentecostés, y tres mil personas siendo convertidas bajo su primer sermón, no pienso más en el delito de Pedro ni en el canto del gallo.  Puedo ver que el Señor ha olvidado su triple negación, y lo ha puesto al frente para ser un ganador de almas.

¡Nunca más!  ¡Nunca más!  Se acordará de nuestros pecados y transgresiones.  Dejemos que estas palabras de esperanza resuenen en nuestro corazón.

Oración

Dios bueno y misericordioso.  Nos colocamos bajo la sombra de la cruz de Cristo nuestro Redentor.  Ayúdanos, para que a través del poder de la resurrección podamos vivir consagrados a Ti en santidad valorando Tu gracia y perdón.  Amén.