Esperando en el Señor- Pan de Vida: 27 de marzo

Muy amados en el Señor, la Biblia enseña en Romanos 8.28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Recuerdo ir conduciendo por una carretera estrecha y el chofer del carro frente a mí era el más lento de todos los tiempos. Me desesperaba la lentitud conque conducía, hasta que vino un pensamiento a mi mente. Creo que fue un pensamiento inspirado por Dios. El pensamiento fue el siguiente: “Dios ha puesto ese estorbo en tu camino para evitarte un accidente más adelante”.  Entonces dejé de estar amargado por causa de aquel chofer tan lento y comencé a darle gracias a Dios por él. ¡Era un ángel de Dios! Un enviado de Dios para evitarme un daño. Qué distinta la óptica de la vida cuando creemos que Dios está en control. Todas las cosas ayudan a bien.

Anoche escuchamos a la gobernadora de Puerto Rico, Wanda Vázquez Garced, anunciar la extensión y modificación del toque de queda en el país. No estamos ajenos a los retos económicos, fiscales, sociales y familiares que ello impone sobre todos y todas. Estamos conscientes de los grandes retos que se suman a una ya agotada economía y sobre una población que ha superado crisis intensas en poco tiempo. Pero estoy convencido que, a la larga, todo obrará para bien a todos los que amamos al Señor, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Reconocer que Dios está en control nos permite darle gracias y bendecir su nombre en cualquier circunstancia. Hace muchos años atrás predicaba de este tema en Buena Vista. Una mañana me llamó el hermano Alberto Cruz, quien trabajaba en una fábrica cerca de Manatí. Me dijo: “Pastor, se me rompió el radiador de la guagua aquí en la carretera número 2 y no puedo llegar al trabajo”. Rápidamente me puse a su disposición para irlo a buscar, pero me dijo: “lo llamé para que sepa que desde que me bajé y vi el radiador roto comencé a alabar y bendecir el nombre del Señor como usted nos enseñó y quiero que sepa que me estoy gozando en la presencia del Espíritu Santo. ¡Gloria a Dios!”.

Al otro día, Alberto me volvió a llamar. Me llamó desde su trabajo. Nos dijo: “Pastor al llegar al trabajo supe que en el día de ayer explotó una caldera y dos compañeros fueron heridos, pero ninguno de gravedad, porque no les tocaba estar cerca. Busqué las órdenes de mi trabajo para el día de ayer y era a mí que me tocaba estar frente a esa caldera. Pero Dios reventó el radiador de mi guagua y por eso yo sentía ayer la alegría y el gozo del Espíritu Santo”.  Alberto no tuvo que esperar al final de la historia para gozarse, porque creyó que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. Cuando las cosas no parecían estar buenas, él creyó que Dios estaba en control. En lugar de amargarse, se llenó de gozo al reconocer la presencia de Dios y bendecir su santo nombre.

Cuando el Nuevo Testamento habla de los tres años con seis meses de sequía registrados en el tiempo del profeta Elías se señala que vinieron y se acabaron por la oración ferviente de un ser humano, sujeto a pasiones, pero capaz de invocar el nombre de su Dios en los tiempos que vivió. Dice que oraba fervientemente y así lo describe 1 Reyes 18.41-46: “Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye. Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te ataje. Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel. Y la mano de Jehová estuvo sobre Elías, el cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel”.  Puso su rostro entre las rodillas para orar. Envió a Acab a comer, pero su comida fue la oración. Mandaba a su criado a mirar las nubes, mientras el buscaba el rostro de su Dios en oración. Por seis veces su criado trajo malas noticias. Pero Elías perseveró en la oración hasta que se inició un movimiento de parte de Dios. La séptima vez el criado le dijo que veía una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre. En el corazón del hombre que oraba por lluvia eso era casi un diluvio. Los que oramos no dependemos de lo que nos dicen o de lo que se ve, dependemos de la Palabra de Dios y de la guía del Espíritu Santo. Y Dios sabe darle señales a los suyos.

La cura de la pandemia está en que nos encerremos a orar y a confiar en el Señor. Les digo que este tiempo es un regalo de Dios y que será recordado como un tiempo de desafíos, pero también como un tiempo de crecimiento espiritual y de fortalecimiento de la fibra familiar.

Ante el anuncio de la gobernadora debemos responder con obediencia. No salgamos a menos que sea necesario. Evitemos contactos innecesarios. Protejamos de manera especial a los envejecientes y a las personas con condiciones previas. Los del pueblo de Dios debemos modelar con nuestro ejemplo. No nos debemos reunir, pero nos debemos unir en oración.

Oremos fervientemente por Puerto Rico, por nuestras familias y por un avivamiento espiritual. Oremos para que Dios nos libre de esta terrible pandemia que cubre a la humanidad. Oremos por los médicos, el personal de salud y por los policías. Oremos por las tres ramas de gobierno y oremos por La Iglesia en Puerto Rico. Cada quien interceda por nuestros pastores y pastoras. Oremos por cada una de nuestras congregaciones. Pidamos que se acelere el día en que podamos volver a congregarnos porque esa también es la voluntad y el deseo de Dios.

Les invito a esperar en el Señor, a Inspirarnos en su Palabra, a que amemos a nuestro prójimo como Cristo nos ama a nosotros y a servir en Espíritu y en Verdad. Que así nos bendiga el Señor.

Rvdo. Miguel A. Morales Castro

Pastor General ICDCPR