¿Cómo puedes tú adorar habiendo ofendido a tu hermano?

15 de abril de 2017

Levítico 6-7

«Y para expiación de su culpa traerá a Jehová un carnero sin defecto de los rebaños, conforme a tu estimación, y lo dará al sacerdote para la expiación.  Y el sacerdote hará expiación por él delante de Jehová, y obtendrá perdón de cualquiera de todas las cosas en que suele ofender». Levítico 6.6-7 (RV1960)

 

Dios continúa dando instrucciones a Moisés y al pueblo con respecto a aquello que considera sagrado.  Es sorprendente cómo dentro de lo sagrado incluye las relaciones entre los seres humanos. Quiere decir entonces, que para Dios, no solo era importante que Su pueblo fuera diferente en cuanto a su trato con Él, sino que también la manera en la que se relacionaban los unos con los otros debía ser santa.

Muchas de las leyes contenidas en el libro de Levítico tienen que ver con el amor, la consideración y el respeto para con el prójimo.  Para Dios, faltarle al prójimo era fallarle a Él.  Por lo tanto, si alguien cometía robo, mentira, opresión, engaño, deslealtad o abuso de confianza en contra de su hermano, era considerado culpable delante de la presencia del Señor.  Para ser borrada dicha culpa el ofensor debía, en primer lugar, restituir a su hermano todo lo que hubiere perdido.  Solo después de dicha restitución, podía el oferente ofrecer sacrifico a Jehová por su culpa y recibir el perdón de su falta.  Se debía restablecer la relación con sus semejantes antes de restablecer la relación con Dios.  Solo así podía cumplir el mandato: “amarás a tu prójimo, como a ti mismo”.

Cristo es la máxima expresión del amor de Dios para con nosotros.  Él nos amó primero, nos recibió tal y cual somos y nos redimió sin nosotros merecerlo.  Habiéndonos dado ese ejemplo y grande muestra de amor, puso sobre nuestros hombros una carga: amarnos los unos a los otros como Él nos amó.  El momento es distinto, pero la exigencia es la misma.  Debemos amarnos los unos a los otros y, de esa manera, demostramos nuestro amor a Dios.

Que el Señor nos ayude a amarnos cada día y que nos llene de Su presencia para que antes de elevar nuestra plegaria y alabanza al cielo, amemos, levantemos, consideremos y alcancemos a nuestro prójimo.  Solo así, será recibida nuestra adoración.

Oración

Dios del cielo, en este día te pido que abras mis ojos para que pueda ver las necesidades de mi hermano y hermana.  Derrama de Tu amor en mí, de manera que antes de ir a Tu presencia pueda estrechar lazos de sana convivencia, gracia y amor con los que están a mi alrededor.  Confío en que en ello ha de auxiliarme Tu santo espíritu.  Amén.