Amor paciente

1 de abril de 2017

Éxodo 16-17

«Les decían: Ustedes nos han traído a este desierto para matarnos de hambre. Hubiera sido mejor que Dios nos quitara la vida en Egipto. Allá por lo menos teníamos ollas llenas de carne, y podíamos sentarnos a comer hasta quedar satisfechos».  Éxodo 16.3

 

Entre murmuraciones, quejas y acusaciones Dios hace provisión.  La liberación del pueblo hebreo fue un proceso de promesa, camino, reparos y gloria.  Cada situación límite despertaba el argumento trágico y la falsa añoranza de una vida miserable y de servidumbre en Egipto.  Frente a las orillas del Mar Rojo gritaron: «¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto?».  En ocasión de haber andado «tres días en el desierto sin hallar agua», y cuando la hallaron no poder beber de ellas por su amargura, murmuraron: «¿Qué hemos de beber?».  Ahora en el desierto de Sin, el pueblo vuelve y se levanta en quejas y acusaciones ante los siervos de Dios: «Ustedes nos han traído a este desierto para matarnos de hambre».

Instancias de ingratitud, dureza de palabras y resistencia a la obediencia pueden ser, a nuestro juicio, razones suficientes para dar por terminado el proyecto de liberación de un pueblo.  En cambio, Dios es fiel a Su Palabra, y aunque nosotros olvidemos, Él no se olvida de nuestra súplica y necesidad, y se afirma en Sus promesas.  «Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores: pues he conocido sus angustias».  Dios conoce más allá de lo que podamos articular.  Supera la necedad de nuestro verbo y hace evidente Su amor con acciones de paz ante nuestros arranques de violencia: abriendo el mar, endulzando las aguas, haciendo llover el pan y haciendo provisión de carne.

Él es paciente en nuestro camino de liberación, nos lleva de Su mano y conoce cuál es nuestra verdadera necesidad.  Espera de nosotros que con cada experiencia logremos alcanzar la madurez que nos hace conscientes del valor único de la libertad.  Por eso, aunque a aquellos en el desierto se les dio a comer del maná, pan del cielo, Jesús nos dice hoy: «Mas mi padre os da el verdadero pan del cielo.  Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo».  Si caminas en el desierto y estás atravesando una situación límite en tu vida, Él te recuerda: «Yo soy el pan de vida; el que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mi cree, no tendrá sed jamás».

 

Oración

Señor, perdona nuestra insensatez e ingratitud.  Gracias por Tu amor paciente que hace provisión de vida más allá de nuestra condición.  Y porque nos ayudas a liberarnos de las cadenas de la opresión y en Ti hallarnos libres y seguros.  En el nombre de Aquel que es Camino, Verdad y Vida; Jesucristo el Señor.  Amén.