Reflexiona

1 de septiembre de 2017

2 Crónicas 27-29

 

«Y a pesar de encontrarse tan presionado, el rey Acaz se empecinó en su rebelión contra el Señor. Incluso ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, pues pensó: ‹Como los dioses de Siria ayudan a sus reyes, también me ayudarán a mí si les ofrezco sacrificios›. Pero esos dioses fueron su ruina y la de todo Israel».  2 Crónicas 28.22-23

 

En un acto de rechazo a la autoridad de Dios, el rey Acaz se hizo dios de su vida para maldición y ruina de sí mismo y su pueblo.

¿Quién no ha cometido alguna falta?  ¿Quién no se ha extraviado en el camino?  ¿Quién no ha dejado de hacer lo suficiente?  El límite es una realidad invariable de nuestra condición humana.  Pero en esa realidad de nuestra insuficiencia quiere hacer presencia el Todopoderoso.

No somos ajenos de testimonios de vidas que en su variedad de matices han reconocido su pecado, han doblado sus rodillas en arrepentimiento y se han invertido en una nueva vida.  Igual sucede, aunque en otra dimensión, cuando hemos sido testigos de historias de superación en donde se enfatiza, en una o más decisiones, que ofrecieron una nueva orientación al rumbo de algo a lo que no se le vislumbraba un feliz término.

La buena noticia del evangelio nos habla de una nueva oportunidad en Dios.  Dejarnos abrazar por Aquel que es nuestro auxilio, amparo y fortaleza es reconocer que la Verdad nos supera y nos acoge.  «Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos».  En total oposición a lo anterior, el rey Acaz, a pesar de encontrarse tan presionado, se resistió e hizo suyo el camino de la rebelión.  Y haciéndose sabio en su propia opinión pensó: «Como los dioses de Siria ayudan a sus reyes, también me ayudarán a mí si les ofrezco sacrificios».

Quizás estás mirando en el éxito de otros y en sus dioses la oportunidad que necesitas.  Más allá, tal vez estás considerando hacer los sacrificios que ellos te piden.  Antes de decidir, reflexiona sobre lo que comparte el texto en cuanto al final del rey: «Acaz murió y fue sepultado en la ciudad de Jerusalén, pero no en el panteón de los reyes de Israel».

Oración

Señor, eres mi Dios y solo en Ti fijaré mis ojos.  Solo en Tu presencia quiero habitar por la eternidad.  En el nombre de Aquel que es Camino, Verdad y Vida; Jesucristo, el Señor.  Amén.