Reconciliados

14 de abril de 2017

Levítico 4-5

«Si toda la congregación de Israel hubiere errado, y el yerro estuviere oculto a los ojos del pueblo, y hubieren hecho algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y fueren culpables; luego que llegue a ser conocido el pecado que cometieren, la congregación ofrecerá un becerro por expiación, y lo traerán delante del tabernáculo de reunión». Levítico 4.13-14 (RV1960)

 

Dios creó al ser humano a Su imagen y semejanza, puro, sin mancha.  Eso cambió cuando llegó el pecado por medio de la desobediencia.  El pecado creó una brecha entre Dios y el ser humano, rompió su relación y su cercanía.  Éste tuvo el efecto de corromper, dañar, contaminar, lo que Dios había hecho santo y perfecto.  Dios no puede habitar con lo inmundo, así que el hombre fue expulsado de la presencia de Dios y expuesto a las grandes consecuencias de su pecado.  Tanto así, que, al revisar la historia de la humanidad, podemos identificar algunas de esas consecuencias.

El libro de Levítico hace una distinción entre los tipos de pecado a la hora de presentar ofrendas que tuvieran el propósito de borrarlos.  No se consideraba un pecado por omisión o desconocimiento, igual a un pecado cometido por rebeldía o con deliberación.  Además, había otras realidades o circunstancias no pecaminosas, que podían hacer a la persona inmunda, sin que mediara pecado en sí.  Por ejemplo, los ciclos de las mujeres, el contacto con un cadáver o sufrir de alguna enfermedad de la piel.  Para cada uno de estos casos también se requería una ofrenda con el propósito de remover la impureza.

Cada uno de nosotros de alguna manera hemos faltado a Dios.  Algunos hemos sido rebeldes, desobedientes.  Otros, ignorantes, descuidados, necios.  La buena noticia es que Dios conoce nuestro corazón.  Él ve lo que el ser humano no puede ver y provee oportunidad de reconciliación, de vida nueva.  La sangre de Cristo vertida en la cruz del Calvario, ese sacrificio eterno, es suficiente para cubrir toda culpa, no importa lo grande que sea.  Y esa sangre preciosa está disponible para cada uno en el día de hoy.  Ya el perdón no requiere de un carnero, de granos o palominos, solo requiere que abramos el corazón a Cristo y aceptemos el sacrificio que hizo, solo por amor.
Oración

Dios, hoy Te doy gracias por Tu misericordia y Tu grande amor demostrado a través del sacrificio de Tu hijo Jesucristo en la cruz.  Celebro la vida y la nueva oportunidad que me das cada día de presentarme delante de Ti, aunque no lo merezco.  Gracias, porque viste mi necesidad y Tu gracia fue suficiente.  Amén.