Libre

10 de septiembre de 2016

Romanos 7.7-25

«¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?  Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro» (Romanos 7.24-25a).

 

«Cristo rompe las cadenas… Cristo rompe las cadenas… Cristo rompe las cadenas y nos da seguridad».

Hay reflexiones profundas e íntimas que solo son dialogadas entre nosotros y Dios.  Son sobre situaciones y eventos que provocan en nosotros vergüenza.  Exhiben nuestra incapacidad y muestran nuestra desnudez.  Son motivación de escape y, en otras ocasiones, de angustia.  El salmista decía «un abismo llama a otro abismo».  Es el encarcelamiento de la mente, del espíritu, de la vida.  Un verdadero infierno.

Pablo confronta nuestra intimidad.  Se adentra a explorar nuestro comportamiento y se identifica con nuestra condición «¡Miserable de mí!».  Hay quienes viven en miseria e insisten en ella.  Su condición de pecado les lleva a aislarse, como a Adán y a Eva en el Génesis, y a otros los lleva a rebelión y una vida deliberada.

Pablo enseña que toda conciencia de mal es producto de la Ley.  La ley hace posible la distinción, sirve de referencia, denuncia lo malo, nos advierte del pecado.  La ley es un recurso providencial, pues viene de Dios para nuestro bienestar.  La Ley es buena pero no es suficiente.  No ofrece respuesta al reclamo de vida «¿quién me librará de este cuerpo de muerte?».

Ante la necesidad de libertad, surge la propuesta del cumplimiento de la Ley, el sacrificio de redención en Cristo.  Pablo nos comparte que nuestra condición miserable de pecado no puede superarse por la Ley.  Anuncia que solo en Cristo somos libres de la muerte, pues Dios ha mirado lo más íntimo de nuestro ser y ha sido propicio a nuestra vida.  Por Su gran amor «gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro».

 

Oración

«Cómo es posible yo vivir sin mi Jesús.  Si el fundamento de mi vida lo eres Tú.  Tú me libraste del infierno y de la muerte.  Como es posible yo vivir sin mi Jesús».  Ayúdame Dios a compartir a otros el anuncio de libertad.  En el nombre de aquél, que es camino, verdad y vida, Jesús, el Cristo.  Amén.

Autor: David Cortés