Este año las navidades comenzaron en septiembre

No olvidemos que la verdadera Navidad siempre viene envuelta en pañales y acostada en un pesebre. La verdadera Navidad no se encuentra en la abundancia, sino en la generosidad que se da aun en la escasez; no tiene que ver con objetos, sino con personas y con el amor prodigado; la Navidad es la entrega de todo por nada.

La primera Navidad fue así:

“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”. Lucas 2.7

NO había luz

NO había agua

NO había internet

NO había lugar en el mesón

La primera Navidad fue una de ausencias. Es seguro hablar de lo que faltó. Y la lista es larga. Ustedes podrán añadir a lo que faltó.

Podemos especular de lo que sí había. En la imaginación de la Iglesia algunos de los contenidos de la escena del pesebre se constituyeron al interpretar a Isaías 1.3: “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento”. La Iglesia puso al lado del pesebre un buey y un asno. Esa misma imaginación interpretó a Isaías 60.6: “Multitud de camellos te cubrirá; dromedarios de Madián y de Efa; vendrán todos los de Sabá; traerán oro e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová”. Y al Salmo 72.10: “Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones”. De forma tal que los magos se convirtieron en reyes y trajeron con ellos los camellos. Pero quizás también había allí roedores e insectos, gérmenes y bacterias. Por más que queramos adornar, el hecho crudo de la primera Navidad es uno de carencias humanas y pobrezas; adversidades y desilusión. La señal de la primera Navidad fue esta: “Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”. La verdadera Navidad se descubre cuando encontramos a Dios dentro de nuestra pobreza, dentro de nuestras carencias, dentro de nuestros dolores y dentro de nuestra necesidad. Emanuel, Dios con nosotros.

En el diseño divino de la Navidad, no hace falta dinero para celebrarla. Es más, en la primera Navidad Dios visita a los más pobres, los pastores de Belén, y les pide que encuentren como señal los pañales y el pesebre.

Los pastores y los laicos de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en Puerto Rico hemos escuchado el anuncio angelical y en los destrozos de María hemos encontrado la gloria de Dios en el servicio cristiano. Con dedicación y esmero, hemos encontrado el rostro del Señor en los necesitados y abatidos. Y nos parece escuchar un gran coro celestial que grita: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2.14).

Bonhoeffer dijo poco antes de morir: “La Navidad es la época de adviento. Pero toda la vida es época de adviento, pues esperamos el último advenimiento, en el tiempo en que habrá nuevos cielos y nueva tierra.

Entre tanto, podemos y debemos celebrar Navidad, a pesar de las ruinas alrededor nuestro…Yo pienso que mientras ustedes se sientan con los niños y con todas las decoraciones de Adviento, como lo hicieron hace muchos años conmigo. Debemos hacer todo esto, aún más intensamente porque no sabemos cuánto tiempo más tenemos”.

Y Dios nos invita a soñar los sueños de Dios

Mientras José descansaba, Dios trabajaba por él. Mientras José dormía, Dios se le apareció en sus sueños. Antes de esta revelación, los sueños de José se habían perturbado por los problemas que pensaba que tenía. Realmente, lejos de tener un problema, había sido elegido para una grande bendición. Pero él no lo sabía. Por el contrario, pensó que Dios le había abandonado. Ese falso sentimiento de abandono duró hasta que Dios se insertó en sus propios sueños, y depositó en su corazón un nuevo derrotero para su vida, un nuevo sentido a su existencia, y una manera distinta de ver su propia situación. Al despertar en la mañana, ya el sueño había terminado, pero la visitación de Dios, no. El sueño ya había pasado, pero la bendición de Dios permaneció. Alguien dijo que los sueños, sueños son. Pero los sueños de Dios se hacen promesa perdurable en la vida.

Nuestros sueños, visiones y añoranzas se intersecan con el deseo de Dios, tanto en humilde y alegre pesebre como en la cruenta y amarga cruz. Desde ambas, nuestras añoranzas encuentran cauce, y en el fluir de su Espíritu hay aliento para que nuestros sueños no sean solo quimeras inalcanzables, sino la encarnación de su santa y buena voluntad. José descubrió que el Dios de la verdadera Navidad tiene interés en los anhelos, necesidades y esperanzas del ser humano. Que se introduce en lo profundo del alma, y que su consejo maravilloso restaura, sana y otorga esperanza. María descubrió que por la maravillosa gracia de Dios somos llamados a disfrutar de su amor y vivir en el poder creativo y transformador de su Espíritu Santo. Juntos aprendieron a confiar en su Palabra, gestadora de ensueños y novedad de vida.

La Navidad hoy

El misterio de la Navidad no se revela en los “shoppers”, ni se encuentra en humana tradición. Se encuentra en la Palabra que revela al Verbo que se hizo carne, al Dios que se hizo niño, al Inocente que murió en la cruz, y se encuentra en el Redentor Resucitado. La verdadera Navidad se puede celebrar en el culto que agrada a Dios, y en el seno de una familia que vive los sueños de Dios. Navidad se puede celebrar en el momento de la angustia cuando buscamos en el rostro de Dios sabiduría y consejo. Navidad es pues la esperanza de todo ser humano de encontrar misericordia, fe y esperanza en los brazos de su buen y fiel Salvador.

Espero que te esfuerces en tu empeño de celebrar la verdadera Navidad. Provee el espacio para que se cultiven los sueños de Dios. Alimentales con la lectura de la Biblia y con la virtud de la oración. Entonces Dios hará lo propio. Veremos en el cielo una señal de su misericordia. Veremos en nuestro prójimo una oportunidad de servirle. Veremos en nuestros sueños las señales de su gracia.

Que la lumbre que guió a los sabios a la presencia del Señor nos ilumine. Que el anuncio angelical se vuelva a escuchar. Que, en la integración de las generaciones y las familias, fluya la gracia y el amor de la verdadera Navidad. Que así te bendiga el Señor.