¡He decido seguir a Cristo!

4 de diciembre de 2016

1 Tesalonicenses 2

 

Tanto es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregarnos no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. (1 Tesalonicenses 2.8)

 

El amor, la razón de nuestro servicio, nos impulsa a entregarnos.  Qué tal si decidimos entregarnos sin egoísmo, sin obligación, sin reservas y sin fingimiento.

Permítame darle algunas sugerencias.  Alegre el corazón de un anciano.  Escriba una carta a una amistad.  Léale una historia bíblica a un niño.  Ore por alguien.  Invite a un vecino a la iglesia.  Dé una ofrenda a una familia en necesidad.  Escriba versículos bíblicos en las redes sociales.  Abrace una persona fuertemente y dígale cuánto le ama.  Dígale a alguien que Cristo le ama…

En el capítulo 2 de esta carta, Pablo alude brevemente a su servicio mientras estuvo en Tesalónica.  El amor al prójimo y su misión de proclamar el evangelio, aun en medio de la oposición y falsas acusaciones, eran tan genuinos, que estaba dispuesto a ofrendar su vida.  Al igual que su Maestro, no había venido para ser servido, sino para servir y dar su vida.

En la India, un hombre, junto a su familia, decidió entregar su vida a Cristo.  Un día el jefe de la aldea se enteró.  Llamó al hombre para indicarle que si no renunciaba a su fe él y su familia morirían.  La respuesta de aquel hombre creyente fue comenzar a cantar: “He decidido seguir a Cristo”.  Entonces, el jefe de aldea asesinó a su esposa e hijos.  Cuando le dieron la última oportunidad para que salvara su vida física el hombre continuó cantando: “La cruz está ante mí, el mundo atrás quedó… No vuelvo atrás, no vuelvo atrás…” y mientras cantaba, fue ejecutado.  Esta es la historia de alguien que decidió seguir a Cristo, entregándolo todo.

Pablo estaba dispuesto a darlo todo.  Jesús entregó Su vida por amor a nosotros.  Hoy sirvamos al Señor, entregándonos como una ofrenda de amor.  Y cantemos: ¡He decidido seguir a Cristo!

 

Oración

Padre, me pongo en Tus manos.  Entrego mi voluntad para que se cumpla la Tuya en mi vida.  Crea en mí un corazón generoso.  Esto lo haré, no con mis fuerzas, sino con Tu Espíritu.  Por Cristo, Amén. 

Autor: Gina Marrero