Cuando el querer no conviene, es necesario volver a querer

8 de octubre de 2016

1 Corintios 10

«Algunos de ustedes dicen: «Yo soy libre de hacer lo que quiera».  ¡Claro que sí! Pero no todo lo que uno quiere, conviene; ni todo fortalece la vida cristiana.  Por eso, tenemos que pensar en el bien de los demás, y no sólo en nosotros mismos». (1 Corintios 10.23-24 TLA)

El anuncio de los profetas y del ángel Gabriel habitó en vientre de madre.  Su nacimiento fue alabanza de ángeles y de ejércitos celestes.  Los pastores fueron testigos y adoradores del niño Dios acostado en pesebre.  Sus padres hicieron con Él conforme a la Ley del Señor.  Fue alzado en brazos, y en presencia y guía del Espíritu, presentado a Dios el Padre.  Al cuidado de sus padres, creció en estatura, sabiduría y gracia.  En obediencia y sumisión a la voluntad de Dios, bajó a las aguas para “cumplimiento de toda justicia”.  “El cielo se abrió”, el Espíritu de Dios descendió y el Hijo amado fue afirmado por el Padre como Mesías, el Cristo de redención.

Jesús de Nazaret, cumplimiento de la promesa, confirmó la Palabra de Dios dada al profeta Isaías.  Se posicionó del lado de los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos, para libertad.  Desde Su nacimiento y a través de Su ministerio se reafirmó en la voluntad del Padre al servicio y “el bien de los demás”.  Ante la necesidad, “abrió Su boca” y declaró bienaventuranzas sobre los pobres de espíritu, los que lloran, los humildes, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los que buscan la paz, los perseguidos por causa de la justicia.

El ser humano dice en su opinión: «Yo soy libre de hacer lo que quiera».  Dios nos recuerda a través de las palabras del apóstol Pablo, “no todo lo que uno quiere, conviene; ni todo fortalece la vida cristiana”.  Desde la Libertad que ama hasta lo profundo, el pacto del Sinaí es renovado en el Calvario.  El Libre se hizo esclavo.  La Salvación es vertida en carne y sangre sobre el madero.  El sacrificio de Cristo nos ofrece libertad para superar los egos de este mundo y hacernos uno con los demás.  “Por eso, tenemos que pensar en el bien de los demás, y no solo en nosotros mismos».

Oración

Señor, desde la eternidad y hasta la eternidad nos enseñas que nuestra libertad está sujeta al amor.  Que toda acción sin amor no es libertad.  Es cárcel de egos y elevación del yo sobre el nosotros.  Ayúdanos a vivir en la libertad suprema que procura el amor, la justicia y la paz.  A ser uno con el otro, como tú Padre y el Hijo son uno, y así el mundo crea que Jesús fue enviado para nuestra libertad.  En el nombre de Aquél, que es camino, verdad y vida, Jesús el Cristo.  Amén.

Autor: David Cortés