Como ofrenda de olor grato

13 de abril de 2017

Levítico 1-3

«Es un holocausto, una ofrenda presentada por fuego de aroma grato al Señor». Lv 1.9b (RV60)

El pueblo de Israel tiene un nuevo lugar de adoración y deben mantener la relación con Dios, quien les había llamado a ser un pueblo separado, distinto a los demás.  No tan solo eso, sino que este pueblo tenía la gran responsabilidad de que en él debían ser bendecidas todas las naciones de la tierra.  Tal llamado requería que Israel viviera de una manera distinta, pues eran nación santa, escogida por Dios.

Dios provee al pueblo los medios de gracia necesarios para su santificación y para la adoración.  Parte importante de ellos eran los distintos holocaustos y ofrendas que el pueblo debía presentar al Señor.  Por ello, reciben instrucciones muy precisas, reglas rigurosas, pues todo lo relacionado a su relación con Dios debía ser tomado con mucha seriedad.

No debía ofrecerse para sacrificio ningún animal salvaje, sino uno que se identificara como suyo, pues aquello que no le costaba al oferente, no valía como ofrenda.  Además, lo que se ofreciera en ofrenda debía ser perfecto.  Dios estaba muy interesado en cuál era la motivación o actitud del adorador.  Este debía ofrendar con corazón sincero, en obediencia, entrega, gratitud y compromiso con Dios.

El medio de gracia reconciliadora de Dios para nosotros se manifiesta a través de la persona de nuestro Señor Jesucristo.  Él fue el sacrificio perfecto, fue inmolado por nuestras culpas, para reconciliar nuestras vidas con Dios.  Como el pueblo de Israel, nosotros también hemos sido llamados a ser luz y sal de este mundo.  Se espera que reflejemos la gloria de Dios en nuestra manera de vivir, para que aquellos que están a nuestro alrededor, vean en nosotros a Dios y, que nuestra conducta, suba a Su presencia como ofrenda de olor grato.

Oración

Padre de misericordia.  Gracias por el perdón de mis faltas y la esperanza de vida en Ti.  Ayúdame a vivir de tal manera, que mi vida sea una ofrenda de olor fragante a Tu presencia.  En el nombre poderoso de Tu Hijo Jesucristo.  Amén.