Pastora Shirley Torres Falero

ICDC Cayey

Nada como la «terapia familiar»

Llamado a la Adoración

Lectura Bíblica: Salmo 95.1-7

¡Vengan, cantemos al Señor!

Aclamemos con alegría a la Roca de nuestra salvación.

2 Acerquémonos a él con acción de gracias.

Cantémosle salmos de alabanza,

3 porque el Señor es Dios grande,

un gran Rey sobre todos los dioses.

4 En sus manos sostiene las profundidades de la tierra

y las montañas más imponentes.

5 El mar le pertenece, pues él lo creó;

sus manos también formaron la tierra firme.

6 Vengan, adoremos e inclinémonos.

Arrodillémonos delante del Señor, nuestro creador,

7     porque él es nuestro Dios.

Somos el pueblo que él vigila,

el rebaño a su cuidado

Entonemos el cántico “Al que me ciñe de poder”

\\ Al que ciñe de poder

Aquel que mi victoria es

Solo a Él alabaré,

Solo a Él exaltaré. //

\\ De ti será mi alabanza

En la congregación

Cantaré y alabaré

Tu nombre Señor //

 

Oración de Gratitud: Por la fidelidad de Dios, su inmenso amor, su acompañamiento y por su perdón.

 

Lectura Bíblica: 1 Corintios 12.26-31

26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.

27 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.

28 Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.

29 ¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros?

30 ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?

31 Procurad, pues, los dones mejores. Más yo os muestro un camino aún más excelente

 

Entonemos el cántico: “Alza tus ojos y mira”

 

Alza tus ojos y mira, la cosecha está lista,

El tiempo ha llegado, la miel está madura,

Esfuérzate y sé valiente, levántate y predica

A todas las naciones que Cristo les da vida.

 

Y será llena la tierra de su gloria

Se cubrirá como las aguas cubren la mar.

/No hay otro nombre dado a los hombres

Jesucristo es el Señor./

/Avívame con tu Espíritu

Avívame con tu Poder/.

 

Reflexión: Nada como la  “Terapia Familiar”

 

Leía en una ocasión la historia del Dr. Paul Brand, un médico misionero en la India. Él observó un fenómeno inusual en varios de sus pacientes. Cuando estaban recuperándose de alguna operación o condición delicada en el hospital, algunos miembros de sus familias les acompañaban, se quedaban y les traían comidas calientes. En la noche, un pariente dormía en el suelo debajo de la cama del paciente en recuperación. Cuando el paciente despertaba con dolor, sus seres queridos le daban un suave masaje hasta que se volvía a dormir. No le dejaban solo, sino que le acompañaban y estaban al pendiente. Al principio, el Dr. Brand pensaba que esto era inapropiado e insalubre. Sin embargo, con el tiempo comenzó a notar que los pacientes que recibían esta atención amorosa de su familia tenían necesidad de menos medicamentos para el dolor. Las personas que los amaban, los aliviaban. Esa “terapia familiar” llevaba el calor y el cuidado del hogar a un lugar extraño. Nada como la “Terapia Familiar”. En ella podemos sentir y aprender del amor y cuidado que deben tener los unos por los otros, cuidarnos.

 

Aquellos que pertenecen a Cristo son parte de una familia espiritual y necesitan estar al tanto de los sufrimientos de los demás miembros. El apóstol Pablo dijo: “Y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él” (1 Corintios 12.26). Este principio requiere que encontremos prácticas para aliviar los  sufrimientos los unos por los otros, tanto en la familia, como la familia de la fe (en ocasiones los nuestros tal vez viven lejos, pero está la familia de la fe, la Terapia Familiar), esta es la mejor terapia: demostrar amor por la vida, consideración y misericordia. ¿Conoces a alguien  que necesite de  esta “Terapia familiar” por parte tuya? Para aliviar la carga de otras personas, ayúdala a cargarla. Nada como la “Terapia Familiar”, ese acompañamiento, esa llamada, esa palmadita, esas palabras de aliento, ese oscultar si hay necesidad en algún hogar y cómo podemos ayudar, Dios siempre lo hace con su pueblo.

 

Recuerdo cuando me operaron de mi cadera para colocarme una prótesis. Estuve 6 semanas acostada. Las primeras semanas fueron difíciles, sin dormir del dolor tan fuerte. Al llegar del hospital mi esposo y mis hijas habían mudado al “laundry” (no podía subir escaleras hacia la habitación). Puisieron una camita pequeña y allí, unido a la cocina, ubicaron sillitas de playa reclinables. Los 4 dormíamos en el “ laundry” para acompañarme en mi proceso de recuperación por las 6 semanas. Me bañaban en el pequeño baño del primer nivel de la casa. No tenía bañera, pero ellas dejaban correr el agua sobre mí, me lavaban el cabello y luego lo secaban. Tenían más de 4 a 5 toallas para mí. Sentí que me atendían como a una reina. Recibí terapias, estaban al pendiente de mis medicamentos, a cada ejercicio que tenía que realizar. Me celebraban cualquier movimiento y a las 6 semanas pude regresar a mi trabajo y hasta pude guiar. Nada como la terapia familiar. Esa es también la familia de la fe, enfrentan los problemas, enfermedades y situaciones en unidad.

Tener empatía, un objetivo: servir, dar la mano.

Una meta a la cual dirigirse: el amor de Cristo.

Una función: la familia acompaña, nos danos la mano, nos preocupamos los unos por los otros.

Tenemos un Dios justo en los cielos que nos llama y nos invita a servir, dar la mano, amor, aliento, tratarnos con dignidad, respeto con amabilidad.

 

Hace tiempo encontré esta lectura de un autor desconocido y la guardé: “Siembre un pensamiento y cosechará una acción, siembre una acción y cosechará una costumbre, siembre una costumbre y cosechará un carácter, siembra un carácter y cosecharás un molde un modelo para el futuro. Sembremos en otros la palabra del Señor, prediquemos contando a otros lo que Dios ha hecho en nosotros en medio de la adversidad”.

 

Nuestro Señor nos dice en su Palabra:

“Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene ninguna” (Is 40.29).

“Atribulados en todo  más no angustiados, en apuros más no desesperados, derribados, pero no destruidos” (2da Corintios 4.8-10).

 

Usted contribuye en la Iglesia como un miembro más en la familia de la fe. Contribuye a fortalecer esos lazos familiares en el crecimiento del cuerpo de ese organismo que es la Iglesia. ¿A quién puedes darle la mano en este día? ¿Cuánta gente necesita de ti? ¿Qién necesita escuchar tu testimonio y una palabra que aliente, restaure y levante? Nadie está tan necesitado como para no darle la mano a alguien. Procurad los mejores dones espirituales para la edificación de la Iglesia, proveer ayuda espiritual. Es decir que usted y yo nos necesitamos mutuamente y el Señor quiere utilizarnos a todos. Cuánto más nuestro pueblo que pasó el huracán María, terremotos, alertas de terremotos, una pandemia y desempleo. Todo redunda en la familia, ese vínculo de unidad; el lugar de sosiego, el remanso de paz. Ese lugar donde al llegar decimos: que día tan fuerte, pero qué bueno que llegué a casa o qué bueno que llegué a mi Iglesia para escuchar palabra y salir con fuerzas nuevas. Esa es parte de la “Terapia Familiar” en la casa de Papá. Ese lugar donde “de manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan”.

 

Oración de Intercesión:

Por los enfermos de Covid-19 y sus familiares

Por el personal de salud

Por los empleados públicos

Por el nuevo curso escolar con todos los desafíos

Por el fortalecimiento de los vínculos familiares

Por la unidad, la sensibilidad y la empatía de nuestro pueblo